Bola del Mundo / Valdemartín / Cotos, Enero 2008
Llegó el día que tantos esperaban, el de la “marchita” de alta montaña guadarrameña, y que yo tanto temía. Comprendedlo, era mi primera experiencia “marchosa” en la nieve, y me estrenaba con una marchodurrada del 3,5 (escala Messner) y unas botas seminuevas. Según nuestro sherpa mayor de Castilla y León, “Julierpa”, las nubes del viernes serían pasajeras, pero yo, que me desperté varias veces durante la noche, no oía nada más que llover, y amaneció encapotado, otro motivo más de estrés, ¿cómo se me ocurre estrenarme en unas condiciones tan adversas?, ¿dónde está el sentido de la prudencia que dicen que ganas con la edad?, ¿no será que cada vez estoy más joven y eso tiene sus riesgos? Afortunadamente contaba con el apoyo de Nandominó que tenía fe en mis posibilidades y con mi condición de “yogata” de dos días a la semana.
Salimos con ánimo y buena cara a pesar del mal tiempo de la estación base “Villatalto” a las 9 h, y llegamos a Navacerrada. Tras la bajada de nuestro trasbordador, se inicia el momento pis, guetres, es decir, polainas –me entero de su existencia y las compro-, bocata de tortilla del parroquiano Emilía … y partimos hacia las cumbres nubladas. Casi la totalidad del excursionado se atreve con la marchodurrada, algunos pertrechados con bastones, “piolines”, macrobotas k-10, pinchos pezuñeros; estoy rodeada de profesionales, pienso, y mira por donde mientras yo sigo dándole al coco por mi atrevimiento, me nombran cronista oficial, ¿por qué si no creéis que iba a estar dándoos este tormento intimista, que necesitaba soltar?, ¿o será cosa del ego?
Subiendo al Alto de Guarramillas, las “guarrillas” según mis colegas nada recomendables como vais a comprobar en esta crónica, la “cosa se empinaba”, y ello dio pie -a pesar del frío congelador que hacía crecer en el cabello de los sin gorro finos carámbanos cual cabellos de ángel- a un calentamiento del ambiente que fructificó en uno de los primeros chistes erótico-religiosos a los que algunos son tan aficionados, y que esta vez relataba Pedromedario:
“En un convento de Sevilla, un grupo de novicias días antes de la celebración de la toma de hábitos tenían que elegir el nombre religioso, la madre maestra va solicitando que digan el nombre que han elegido, una de las monjas dice : -yo he elegido “zor” Rita, al oírlo la superiora un poco alterada dice que no puede ser ese nombre que puede llevar a confusión y es de mal gusto, especialmente en Sevilla…
Le da un día para que lo piense, así que de nuevo le pregunta qué nombre ha elegido y la novicia responde con gran ímpetu: ¡¡¡Zor Raimunda!!!”
Como la pendiente se las traía y las fuerzas iban flaqueando en alguno de los tertulianos zorrineros, no pude evitar espetarles una consigna de dudoso gusto que he dudado en reproducir, “Más putencia y menos zorrinería”, pero que sin duda animó el caminar (parece que no me muevo mal en el terreno de la duda). Nuestro sherpa mayor detuvo la marcha, pues íbamos perdiendo montañeros y montañeras queridos/as entre la niebla trasera, unos acusando la pájara, y otros por “pájaros” (y aquí cada uno que le eche la imaginación al gusto). Una vez reunidos todos reanudamos la marcha no nupcial, pero al menos erótico-festiva en la cola. Por fin llegamos al Alto de Guarramillas, que no es sino la “Bola del mundo”, para los profanos, a nuestra espalda se quedaba “el barranco del Infierno”, del que os mostramos cumplido reportaje fotográfico, para qué recordéis esos humos infernales que subían del barranco, y que dan fe de que nos movíamos en terrenos donde anida la tentación. No hay por tanto que extrañarse de que el demonio nos hubiera tentado con los pecados de la carne; de pensamiento y palabra, nada más, os lo prometo.
Seguimos camino tras unos chutes de chocolates al gusto (corrían distintas variedades), y antes de llegar al cerro de Valdemartín, hubimos de despedir a dos compañeros. Quique sufrió una torcedura de tobillo y ante ello se pensó que lo mejor era que no siguiera camino y bajara en el telesilla, su amigo Chema lo acompañó. No volvimos a verlos: ayuda de la guardia civil, revisión médica, y tren para Madrid. Desde esta crónica: mucho ánimo al accidentado.
No hay duda de que el campeón de la expedición es Diegoma2, un aguerrido montañero de 10 años que se mueve en las altas cumbres como pez en el agua, por algo será que su asignatura preferida es educación física.
Avanzamos por la Cresta de las Cerradillas y antes de comenzar la bajada tocaba llenar la panza. Pero previamente recibimos como aperitivo una lección magistral de teoremas matemáticos por parte de Claraboya, la docta voz del “círculo matemático” (los amigos de nuestra querida Pilarnotija, -no confundir con Pilartija-), que comenzó iluminando a las minorías con el teorema del Papus, muy del gusto del círculo de los pataliébricos, que siempre nos dan la vara con el “papus dei” de las narices, y que no puedo reproducir porque para algunas cosas “soy muy límite” y por fin pasó a amenizarnos a las masas con el teorema que reza: “todo refrán consta de dos partes, y puede sustituir su segunda parte por la expresión: y una patada en los h……. (=lo que pone la gallina).” ¡Y para qué queremos más!, con ese sí que nos pudimos lucir todos (los que “tienen luces” y los que no), y que alegría contagiosa produce participar de un teorema común y una adaptación creativa de la refranología popular. “A quién madruga, una patada en …”, “a quién buen árbol se arrima, una patada…”, “más vale pájaro en mano que una patada en …” .
Con tanta alharaca, el comer no nos cundía al pelotón de cola con la eficacia que pretendían los empollones de la montaña, y empezó un intento larvado y no tan larvado de minarnos la moral y el buen beber (tras la bota de acuarius tintorro de Pedromedario que había animado el andar de muchos peregrinos, estábamos en la faena de finiquitar la cerveza con limón, que llevaba la menda); este esquiroleo soliviantó los ánimos de los eternos comensales que prorrumpieron en el mítico “no nos moverán”, y que quedará para la posteridad en los anales revolucionarios de los ecos de las cumbres borrascosas guadarrameñas.
Camino del arroyo de las Guarramillas comenzaron las caídas más espectaculares, ni el bastón, ni la vara pastoril, nos libraron de las leches a los pertrechados y a los “manos libres”. Desde aquí un agradecimiento infinito a Ignacio que me cedió uno de sus bastones (recuerdos a Chichita). Pero por si alguien había salido indemne comenzó la batalla campal de bolas de nieve que toda subida a cumbre que se precie tiene que tener, los contendientes no respetaban ni a los reporteros gráficos ni a los mirandas; nada de extrañar, ya sabemos lo de los daños colaterales.
Ya en el precioso valle de Guarramillas la expedición fue sectorizándose, la avanzadilla, camino lígero de cotos, y en la cola dispersión: grupito con fotos en iglú-reservado, otros vemos la fuente que dice llamarse “Guadarramilio”… ; resultado, el de siempre, Jose nos dice que los “malotes”, ya sabéis quién, el trío Papus, se han ido por otro sendero. Móvil apagado, Charrotolamano y la que escribe, Yolitigio, no damos crédito al atrevimiento, voces reclamantes sin respuesta, insultos varios cruzan nuestras neuronas, y cuando llegan espetamos: “sois unos sor cabritos crecidos” (y así cerrábamos el circuito que comenzó con el chiste monjil).
Tras repostaje en la cantina de Cotos, Agustinajas nos llama a filas y haciendo que obedecemos subimos al autobús, pero algunos con retranca, los mismos que siguen dando la plasta con los nombrecitos pataliébricos: Anaconda, Chemapamundi, Palomatojo, Yolinformo, etc.
Y colorín colorado una patada en…, no! Un beso a todos.
Yolinformo Yolitigio…