Que sí, que no, que sí, que no. ¡A la tercera va la vencida! Bueno, no hablamos de la República por aquello de que la excursión fue un día antes de su octogésimo segundo aniversario (que también), sino porque Gredos se resistía. Esta sierra se hacía la difícil esta temporada, ya ves, pero al final tras mucho insistir durante semanas cayó a los pies de los intrépidos e intrépidas pataliebres. Y todo gracias a la bola de ver el futuro de Julisherpa (y no hablamos de la cabeza pelona de algunos), que se arriesgó a contratar el feisbus a pesar de que no cubríamos el mínimo de hormigas exploradoras.
Los retrasos no fueron muy graves esta vez, dado que la gente sabía que íbamos muy lejos (que es lo que pasa cuando los humanos vamos juntos: que llegamos lejos). De hecho, hubo gente muy responsable que llegó nada más y nada menos que a las 8.00 de la mañana al punto de quedada de Villaverde Alto… igual la información que recibieron estaba algo escacharrada, pero bueno, eso es lo de menos. ¿Qué es media horita más durmiendo un sábado? Naaaaaa, ¡no es nada!
Esta vez el feisbús era totalmente internacional, como las brigadas. Estaba representada España, Irlanda, Argentina y Ucrania. Tras los cafés, tostadas y bollos de rigor, por aquello de coger fuerzas, emprendimos la excursión divididos en dos grupos. La de los inconscientes que querían subir al Pico de las Morillas y la de aquellos que, sabiendo que a un día primaveral y soleado debe honrársele con cerveza, escogieron el amable sendero sin subidita ni restos de la última nieve.
No pasaron mucho metros cuando empezamos a ver un curioso paisaje postapocalíptico. Buena, quizá estemos exagerando, más bien parecían los restos calcinados del “Puño de los Primeros Hombres” (toma referencia friki), con pistas de que por allí pasaron algunos gigantes y todo. Por poner algunos ejemplos, como si de algún bosque encantado se tratase, empezamos a encontrar todo tipo de objetos y animales extraños escondidos entre las rocas: Un pollo asado gigante (sospechamos que se asó con el incendio del bosque), una lavandera de espaldas, Nevado (el perro de Sinchan, referencia friki 2), un pájaro a punto de salir del nido, huevos de dinosaurio, un par de guardianes con armaduras de “Halo” (mas frikadas en un mismo párrafo, ¿romperemos el record?)… y cuando ya creíamos que lo teníamos todo visto ¡Tachán!, un maravilloso y sorprendente manguito de camión el cual, creemos, sirvió de teléfono sensual a los antiguos para comunicarse a un metro de distancia…
Ese fue un buen momento en el cual, cuatro intrépidos e intrépidas caminantes escaladores, nos perdimos durante unas larguísimos… ¿tres minutos? Se podría decir que en este grupo estaban los pilares de la excursión, junto con el equipo médico y los cronistas, por si quieren más datos…
El caso es que la señal del reencuentro nos la proporcionó una pequeña grieta del terreno rellena de nieve negra. Como lo oís… si hay ovejas negra, ¿por qué no nieve negra?
Unos pasitos más, y por fin llegamos a la cima. Fue el momento especial para ondear la bandera más republicana que pudimos encontrar… aunque la mayoría ya había optado por dejar que otros la ondearan mientras ellos y ellas se zampaban el pan de lembas propio de aquellos que suben al monte del destino (épico).
Después de esto ya todo fue cuesta abajo (literalmente), y pasito a pasito levantando mancuernas de hueso y bebiendo del cuerno de la abundancia, todo ello proporcionado por una amable vaquita de la que sólo quedaban sus huesudos restos blancos y limpios.
Al llegar al punto donde debíamos iniciar nuestro regreso, apoteósico final en el que disfrutamos de las mejores cervezas y refrescos varios en la terracita más agradecida que podamos recordar, con buenas vistas y mejores compañías.
Resultado: ¿repetimos?
Mirian y Samuel
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