Los valientes se quedaron en la cueva
“Con la incolora, nos levantamos con alegría…”
Oye, llegamos tarde, ¿llamamos a alguien para que nos espere? Vale pero… ¿tienes el teléfono de alguien? Va a ser que no… ¡Anda! Otra pataliébrica en el tren. ¡Qué suerte! ¿Avisaste a alguien de que llegabas tarde? Pues sí, no os preocupéis.
“…desayunamos, café con porras en la estación…”
Pues hoy ya no nos da tiempo ni a comprar pan, menos mal que llevábamos.
“…mientras la peña, se nos mosquea con el tardón.”
Que alguien llame a lxs que faltan, por favor, ¡que son ya más de las nueve! Pues nada, a unxs cuantxs les toca apoquinar seis euretes.
Después de un viaje inusualmente tranquilo en autobús, ya cargadxs con las tortas de anís que compramos en el pueblo, de pasada, y habiendo engullido bollicaos y cafés tardíos o tardones, paramos al lado de un Albergue llamado “Casa de la cueva”. ¿Se llama así porque está en una cueva? Pues no.
A ver, las nenazas irán con A. y no subirán a la Cueva del Valiente. Por favor, modera tu lenguaje sexista. Sí, sí, lo modero… ¡Pero no os separéis todavía, que de momento vamos todxs juntxs!
Y así empieza el viaje, despacito, más dispersos que nunca, y con ganas de subir el montecito, que ya hacía un par de meses que no nos veíamos. A algunx se nos habían atrofiado los gemelos.
¡Menuda cruz que nos ha caído encima! No, no, si esa ya estaba. Cruz de los caídos, precisamente. A ver, a ver. Siento que se me están cambiando los colores. Que majestuosidad. Que poderío. ¿Qué narices estamos mirando?
Pues sigamos andando, a ver hasta donde llegamos… Hay que ver las cuestecitas. Estábamos desentrenadxs, ¿eh? Yo me cambio al grupo de las nenazas… ya no quiero ser valiente. Que no hombre que no, toma ejemplo de Oto, que mira que energía. ¿Oto, quieres un palito? ¡Cógelo!
Andando y andando llegamos a una cima. Una minicima en la que paramos un ratito para tomas unas viandas, que nos permitirán llegar al punto de “desencuentro”. Ah, ¿Qué todavía no paramos a comer? No aún no. Pues sigamos para abajo, que se hace tarde.
Bajando y bajando, llegamos a la ladera de la cueva del valiente. Un momento, venid aquí todxs… Llevamos dos horas de retraso, este es el punto de desencuentro, pero si subimos a la cueva, iremos muy justxs para llegar al autobús, así que no vamos a subir (ovación). ¡Bien! ¿Algún valiente tiene especial interés en subir? (Silencio sepulcral). ¡Pues ahora las nenazas no queremos que vengáis con nosotrxs! ¿Que os habéis creído?
Hora de comer (pásame la tortilla). Y de chistes de gorilas (calla, calla, que nos quedamos sin curro todos), y de chistes étnicos (ahora pásame la ensalada). Parece que estamos graciosillos hoy, ¿eh? (¿Queréis un poco de vino?) Ven, ven a contarle el chiste a este grupo, ¡es muy bueno! (¡de postre tengo chocolatinas!).
Ya solo queda bajar hasta el pueblo. Mira Oto, ya está cansadete. A ver, lleva todo el día persiguiendo palos… ¡Uy mira! ¡Ya estamos en el pueblo! La primera vez que llegamos pronto. Pues nada, a tomarnos un café. Este bar no me gusta, que da el viento. Este tampoco, que da la sombra. Este tampoco, que no tiene terraza. Mira, este está bien. Vaya, está cerrado. Pues vamos al primero.
Venga niños, que ya viene el bus, subamos y cantemos canciones sobre Esperanza Aguirre. ¿Y los nombres pataliébricos? Pueden esperar. Bueno vale. ¿Alguien se acuerda de la canción de la incolora? No, pero yo me sé la de las verracas. Venga vamos con esa… como se nos fue la pinza ahí, ¿no?
Vamos niñxs, hora de pagar, que ya vamos a llegar. La próxima, el 29 de Octubre. Ahora cada unx a su casita, y a descansar, que ha sido un gran día.
Pues lo dicho, que después de todo, los valientes decidieron no venir con nosotrxs. Se quedaron en la cueva. Ya será en otra ocasión.
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