El viaje hasta Manzanares El Real se ha hecho cortísimo, hemos sido amenizados por un video muy bien montado con los eventos que hemos compartido y disfrutado durante este año.
Al llegar a la entrada del parque, una larga cola de coches nos hace dar la vuelta y volvernos para encaminarnos hacia El Tranco. El día maravilloso que se espera, hace que gran cantidad de senderistas, paseantes, escaladores… queramos disfrutar de esta maravilla de la naturaleza y hace que la entrada a La Pedriza esté ya saturada y sea difícil el acceso.
Así que empezamos la marcha en El Tranco, después de ayudar al conductor a dar la vuelta, incluso tenemos que mover un coche para que pueda salir.
Este camino, recorrido tantas veces y siempre tan gratificante; el olor de la jara, el agua cristalina del río, el frescor de la mañana, nos acompaña. Vemos un chiringuito que hay en medio del camino restaurado.
Subimos por el margen derecho del río y no todos llegamos al refugio Giner, perdemos a cuatro del grupo en el camino, pero los recuperamos enseguida en El Tolmo.
En el collado de las Dehesillas se quedan algunos acompañando a nuestros dos peques que nos acompañan hoy, Rania y Pablo, que han subido como dos campeones.
El resto continuamos hasta El Yelmo que parece que le cuesta dejarse ver. Algunos preguntan, ¿es este pico?, ¿es este?, cada vez que ven una roca grande y que llama la atención por su forma, cosa aquí bastante común. Por fin, le vemos enfrente de nosotros, una pared que según nos vamos acercando nos va seduciendo. Nos acomodamos a su falda para comer.
La hora de la comida es uno de los momentos clave del día. Todos compartimos nuestros avituallamientos. Hay quien se ha surtido de una buena fabada y rabo de toro, ¡espectacular!, y más viendo la pared de El Yelmo enfrente, y las cordadas de los que le escalan.
Algunos decidimos reposar la comida, pero otros enseguida se ponen en marcha, quieren subir a la cima de El Yelmo, y lo hacen. Vuelven exultantes. Ahora queda la bajada, pues el tiempo se nos echa encima.
El atardecer colorea de rosa las piedras de granito, ilumina con dorados las plantas altas del camino, es un momento mágico. Aunque nosotros lo disfrutemos bajando sin parar. Hay quién llega abajo de noche, quién se toma un caña rápida, y al final todos de nuevo al autocar que nos espera en Canto Cochino
Una vez más, hemos disfrutado de un día maravilloso y la vuelta a casa se hace también corta, y amena. Tenemos cantos y música. ¿Quién pide más?
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