Empezamos un nuevo día de montaña. Según nos vamos acercando a nuestro destino, nubes negras nos acechan.
Como siempre, paramos en un pueblo, este caso Buitrago. Algunos compran pan, otros algo de comer para el día, y todos tomamos un café y sabemos de nosotros después de un paréntesis sin vernos, que se nos hacía largo.
Ya en nuestro destino, el puerto de Puebla, iniciamos la marcha a través de la niebla, bien pertrechados. Nuestro lema es ir todos en fila india, sin perder a nuestro amigo de delante ni al de detrás.
La ascensión es paulatina y todos la hacemos bien, nuestro guía intuye a través de la niebla nuestro objetivo, la peña de la Cabra, y nosotros le seguimos. Oto, nuestro perro andarín nos va animando con su paso ágil.
Nos paramos en un collado para que nuestros pequeños, de edad que no de energía, Pablo y Paula, jueguen en un nevero, así como otros no tan pequeños.
De repente nos damos cuenta que nos hemos perdido los 27, nos contamos y faltan tres. Empezamos a dar vueltas por la zona a ver si los vemos, hasta que suena un móvil y nos comunican que están bien y que ahora suben a por nosotros.
Una vez pasado el susto, seguimos y hacemos cumbre. La niebla sigue envolviéndonos, pero inmortalizamos el momento en varias fotos para compartir con nuestros amigos después.
Aparecen los que nos faltaban y ya todos juntos iniciamos la bajada a Puebla de la Sierra. Hacemos una paradita para disfrutar de nuestra viandas y descansar, pues aunque bajamos al pueblo, ya se sabe, que esto del monte es así, se sube bajando y se baja subiendo. Vamos, que aún nos queda alguna subidita, que hace que le protestemos algo a nuestro buen guía Félix que tan bien nos ha llevado, pero ya se sabe que lo de ser líder tiene sus pros y sus contras.
Ya nos las prometíamos tan felices, cuando a nuestra amiga Olga, una piedra le hace un requiebro a su pie y le provoca caída con esguince incluido. Enseguida, todos intentamos ayudarla, un trabajo de equipo perfecto, aparece un experto en enfermería, una tobillera, un ibuprofeno, un bastón, consejos, ánimos… Total, que nuestra amiga, después del primer susto, baja como una campeona, eso sí del brazo de su cuñado que no la deja ya ni un momento de cuidar.
Al final volvemos a nuestra cotidianidad en la ciudad, y para hacerla esperar un rato más, nos vamos a tomar una cervecita a la consabida Mancheguita.
Unos cuantos consejos más a nuestro esguince: hielo, agua con sal, masajes, etc. Y ya terminamos nuestro día compartidos con los amigos y la montaña.
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