PRODUCCIONES LA INCOLORA PRESENTA
PATONES → CANCHO DE LA CABEZA → PONTÓN DE LA OLIVA
Tras dos salidas fallidas parece que hicimos una ruta que valió por dos.
Aunque no es para tanto. El fallo cometido ha sido no organizar un grupo de menos nivel que hiciera el Canal del Lozoya.
Pedimos disculpas por las fatigas que hicimos pasar a algunos y que no las buscaban.
Fuera de esto la ruta ha sido sencilla y bonita.
Partiendo de Patones de Abajo salió La Incolora hacia el hito más significativo de la sierra de Torrelaguna: El Cancho de la Cabeza.
Subimos por el Barranco de Patones que une los dos pueblos y atravesando el Patones clásico, joya rehabilitada de la arquitectura de pizarra negra, nos internamos en el cañón salvaje del legendario e indómito pueblo.
Paisaje de bandoleros hoy cruzado sólo por melancólicos senderos para deportistas, amantes de la naturaleza y algún que otro motero ilegal.
Subimos arroyo arriba en un ascenso tendido, por un cauce muy recuperado de vegetación, en los últimos momentos de la primavera. Subida suave que se adaptó a los niveles más bajos de la marcha.
El grupo se reunió en la cabecera del valle, a la sombra de un gran pino, antes de acometer la segunda parte de la ascensión. El calor, que hasta entonces había sido soportable, comenzaba a convertirse en un problema. Y no se llega al Cancho de la Cabeza bajando sino que quedaban dos repechos por el cortafuegos de la cuerda.
Los numerosos jóvenes y niños incoloros que formaban hoy buena parte del grupo y que hasta ese momento habían permanecido en un segundo plano en el desconocido sendero del Barranco, en el cortafuego, con el objetivo a la vista, se lanzaron hacia la cima del cerro siguiente con gran ímpetu y lo coronaron en unos minutos.
Los demás fuimos subiendo y llegando como buenamente pudimos, descansando y contemplando los ya espléndidos paisajes que la altura conseguida ponía a nuestra disposición.
Pero el Cancho es el cerro siguiente y desde el que estamos se aprecia que es como la parte superior de una Cabeza.
Subimos a él y disfrutamos de las vistas que nuestro esfuerzo se merece: El Pantano del Atazar a nuestros pies y el pueblo del mismo nombre encima. Y al fondo de la sierra el fabuloso pico de Peñalacabra. A la izquierda Guadarrama y la Sierra de la Cabrera: Las Torres de la Pedriza y el Yelmo, la Najarra, Bailanderos y Cabezas de Hierro, Peñalara y El Nevero. Y más próximas: la mole de Mondalindo, Cancho Gordo y pico de la Miel. Y por el este y noreste: Pico Ocejón, Pico del lobo, La Buitrera…
Al sur los Barrancos de Patones, el valle del Jarama y al fondo sur… Las negras Torres de la Castellana…
¿Alguien da más? Por supuesto, a partir de aquí la excursión se vuelve caótica, se fragmenta hasta el final, se sufre, se padece, se pierde…
Bajamos del Cancho de la Cabeza hacia el Poblado del Atazar por un interesante sendero de rocas y arbolado, monte bajo, nuevo cortafuegos y, finalmente, desembocamos en un pinar. Por una cómoda pista llegamos al Poblado, lo cruzamos, muy divididos, y tomamos el Camino de la Cresta que nos conducirá al río. La Incolora está atomizada en este trayecto, son las tres de la tarde y hace mucho calor. Son dos quilómetros de bajada que se hacen muy largos en el primer día de autentico verano.
Llegamos al río agotados, fundidos, sofocados. Pero estamos en el cauce del Lozoya y buscamos varios lugares para refrescarnos, comer y descansar. Y lo hacemos. Y ya mucho más relajados acometemos los últimos kilómetros hasta el Pontón de la Oliva.
El cauce del Lozoya tiene aquí algo de mágico. La sucesión de paredes verticales, bosque, árboles singulares, restos de arqueología industrial, zonas de sombra bajo los fresnos, el agua, la luz sobre las rocas calizas, flores extrañas… Y al final, el fantasmal y arquetípico Pontón de la Oliva, con su pantano roto, construido por esclavos, la prehistórica Cueva del Reguerillo, los escaladores a pleno sol sobre el farallón norte de la presa, los chiringuitos del puente, el principio del Canal de Isabel II que llevó el agua de la sierra al sediento Madrid de mediados del Siglo XIX…
Cansados pero satisfechos nos montamos en el autocar que nos llevará a Villaverde. Y en La Mancheguita nos resarcimos de las fatigas pasadas.
Hemos hecho una ruta atractiva, un poco larga, quizás, con ese calor. Pero tras una temporada irregular La Incolora se merecía esta excursión…
Un saludo a todos, gracias por mantener este grupo tolerante y divertido. Esperemos que continúe así y que podamos acometer en la próxima temporada nuevas y excitantes excursiones por las montañas próximas a Madrid…
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