9 de abril de 2011
Ay, ay, ay, qué nervios. La primera salida con este grupo pataliébrico que se hace llamar “La Incolora”. Son un poco raros, pues van nada menos que cincuenta en bus a la montaña. ¿Cómo será lo de ir al campo en busca del contacto con la naturaleza y la tranquilidad rodeadas de tanta peña?
A las 8,15 como clavos donde siempre. Parada técnica de avituallamiento para reponer las calorías que todavía no habíamos perdido. El inicio de la marcha fue suavecito. Ji, ji, ja, ja, hasta llegar a las chorreras de Despeñalagua. Tras la división del grupo, comenzó la subidita: “¡Huy, pues parece que está un poquito lejos el sitio ese al que tenemos que llegar!”. Anduvimos sobre piedras, tierra, agua, fango y hierba. Luchamos íntimamente con los brezos a lo largo del camino Ho-Chi-Min, apartando la maleza: solo nos faltó el machete. Después de cruzar el Rubicón, iniciamos la infinita, constante y permanente subidita, en la que nos acompañó un sol de justicia durante todo el trayecto que nos hizo sudar la gota gorda. Ahora nos explicamos lo del cuatro coma algo de dificultad en la escala de Nosequién…
Finalmente alcanzamos el pico del Ocejón; no todos: solo algunos privilegiados. Los “fondones” se quedaron abajo. Je, je. Arriba montamos una sucursal del Bulli, donde desplegamos nuestras exquisiteces gastronómicas y la bota corrió de mano en mano. Mientras el hiperactivo Agustín montaba su taller de flores, con las que obsequió a cumpleañeras, la bandera tricolor ondeaba en el vértice geodésico para regocijo del rojerío presente, que soñó durante unos segundos con la llegada de la tercera república.
Los dos sectores nos unimos para tomar el té y reanudamos el camino. La bajada entre robles nos llevó hasta la recompensa de una bebida fría entre la negrura de las pizarras y el colorido de las flores, que embellecían aún más nuestra sensación de bienestar por el reto cumplido.
Viaje de vuelta entre alaridos, que intentaban ser cánticos en re sostenido y que no dejaban de tener bemoles, y chistes para todos los gustos: machistas, racistas y verduleros.
Y para que no “falte de ná” en esta crónica heterodoxa (empezando porque “semos novatas”), y sabiendo que la costumbre pataliébrica de bautizar a los novatos os la habéis saltado a la torera, malandrinos, os vamos a dar alguna idea como:
Elenajenada o Elenano
Brendaiquiri o Brendogámica
¡Hasta la próxima!
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