Excursión Camino de Schmidt. sábado 11 de marzo
Estación de Villaverde Alto, 9:00 am, 54 almas tan diferentes como las distintas maneras de nombrar en google el camino que íbamos a recorrer (Smith, Schmid, Schmidt…) parten rumbo a la aventura. Cada una con su expectativa de día: hacer ejercicio, el paisaje, des estresarme, me convenció mi colega, salir de casa, protocolo 2 de contaminación, compartir con amig@s, me obliga mi madre, necesito respirar… Cada una equipada a su manera, desde Paloma 3G (Gafas, Guantes, Gorro) a la inconsciente en vaqueros y zapatillas pero todas, con un objetivo común, poner lo mejor de nosotras mismas para pasar un bonito día en compañía de gente bonita.
Y allá que vamos, cuando se presenta la primera sorpresa: 16 engendros de pollo de ojos desorbitados, buscando dueñ@ por una buena causa, y l@s generosos andarines incoloros se rascan el bolsillo y hay quien, incluso, paga por no llevarse uno.
Llegada a la calle Preciados de la sierra madrileña, el Puerto de Navacerrada. Café. Protector solar y comenzamos una marcha que se promete sencilla, suave y con poco desnivel, pero como en la vida, sin piedras en el camino no hay lecciones que aprender, se nos presenta el primer gran obstáculo: la prohibición de cruzar la pista Bosque, lo que nos obliga a volver sobre nuestros pasos e incorporarnos al Camino Schmid bajando el Cerro Telégrafo, lo que supondrá un retraso en el horario planificado. Y como la indignación de nada sirve si no va acompañada de acción, os propongo que pongamos energía y creatividad, tuits y changes, para desbloquear ese paso y conciliar la actividad de esquiadores y senderistas. Adjunto nota (del año 2009, creo) de la Federación Madrileña de Montañismo al respecto:
https://docs.google.com/document/d/10DvEG_IOPRNG5B5sX7T-m7Lgb5CY-oh5JUeLJHiZ7NE/edit?usp=sharing
De vuelta al camino, nos encontramos con otro inconveniente que vuelve a poner a prueba nuestra capacidad de adaptación al medio y, sobretodo, el buen humor y el compañerismo: el hielo que cubre gran parte de la senda, y que no nos abandonará hasta el Valle de Fuenfría.
Con los dos ojos, y alguna parte más de nuestros cuerpos, puestos en el suelo, la senda discurre entre pinos, mezclando conversaciones (formas de deshidratar la fruta, problemas familiares, el estado de la sanidad, cuidado no pises ahí, ¿cuánto queda?, crónicas de la India..) con el sonido de fuentes y manantiales.
La norma de no perder de vista al de delante ni al de detrás, se vuelve todavía más complicada: los diferentes ritmos de marcha, desde el que quiere llegar “pero ya”, quien necesita un rato de ruta a solas, quien patina intrépidamente por el hielo, quien siente pánico por pisarlo, disgregan el grupo que enfila la Senda de los Cospes , cada cual con cada quien.
Llegada escalonada al Valle de Fuenfria, debate sobre si empalmar el aperitivo con la comida. Fidel comenta que el pronóstico del tiempo se está cumpliendo y unas nubes ensombrecen, por un momento, la explanada de Fuenfria. Cumpliendo la tradición incolora y sin explicación física posible, de unas pequeñas mochilas brotan incontables recipientes, papeles albales, botas de vino, termos, conteniendo inimaginables delicatesen justo a tiempo para recibir a l@s compañer@s rezagad@s y dedicarle un cariñoso el cumpleaños feliz a Arsenio. Especial agradecimiento a l@s compas que, aplicando eso de que el ritmo de la escuadra lo marca el buque más lento, ajustaron su paso facilitando la travesía a quien lo necesitó.
El retraso acumulado, hace inviable cumplir con el recorrido previsto y en una muestra más de la flexibilidad y porque, como dice un amigo, “tener un plan es siempre inteligente, seguirlo a rajatabla es paranoico” finalmente se opta por cambiar de ruta dejando la visita al pueblo Valsaín para otra ocasión y emprendiendo la vuelta por el GR10-1.
La segunda parte de la marcha, ya sin hielo que sortear, nos permite levantar la vista del suelo y contemplar en toda su plenitud un paisaje realmente espectacular que recompensa el esfuerzo de la primera parte. Los pinares de Valsaín y el sonido del agua del arroyo Minguete completan un escenario natural que cumple, con creces, las expectativas creadas (hasta las de quien vino obligado por su madre, quiero pensar).
El último tramo de la marcha discurre por la pista asfaltada que nos lleva a la carretera de La Granja donde terminamos una excursión plena de sensaciones, risas, obstáculos superados y paisajes humanos y naturales inolvidables.
Un compi que viene del norte como yo, me comenta que por nuestros barrios hay un grupo de senderismo de gente bien disciplinada, puntual y seria…. nada que ver con este grupo sureño alegre y anárquico que no cambiaríamos por nada del mundo.
Hasta aquí la crónica poco rigurosa, bien intencionada desde luego y un poco obligada (lo que hay que hacer por una caña en La Mancheguita) de un hermoso sábado serrano.
Nota: No olvidar nunca que si hay intención herman@, siempre hay un camino,