CUERDA LARGA
Al final no hubo sangre aunque faltó poco. La Cuerda no fue la soga del ahorcado a pesar de que, por momentos, apretara demasiado.
Comenzó la Larga Marcha como siempre y ya en el autobús (nuestras condolencias al compañero senderista que perdió a un familiar y tuvo que abandonar la excursión) nuestro guía y timonel advirtió de lo que nos esperaba. “Es una marcha dura, dura y que al final raya en la violencia”
Soplidos, gruñidos, risitas nerviosas. Ante semejante perspectiva se consumó la escisión que se venía anunciando y un grupo de “flojos y cojos” fundó otro Partido, el Partido de la Morcuera, puerto al que se dirigieron como a la Tierra Prometida.
Pero antes de eso, la Corriente General llegó a Navacerrada dispuestos a todo. Cafetitos, churros, tostadas, comentarios y, ¡oh sorpresa!: restos del naufragio de Andarines, heroico grupo al cual perteneció el que suscribe, en otros tiempos, y que ahora está disuelto como un grupúsculo político perdido en utópicas querellas.
– ¿A dónde vais?
– A Cuerda Larga.
– Nosotros también.
Las andarinas, pues eran dos mujeres, se miraron y una dijo casi en un susurro.
– ¿Y no podríamos ir con vosotros?
– No creo que haya ningún problema.
Avisado nuestro guía y timonel y presentadas, fueron aceptadas sin ningún trámite y se unieron a la Larga Marcha como miembros de la expedición a la más alta ocasión que vio la Incolora en la Sierra de Guadarrama.
Comenzamos la travesía en los remontes de la estación de esquí y ascendimos por el lento camino que sale a la derecha y que lleva a lo alto de Guarramillas. No estaban florecidas las retamas, visión que nos hurtó el crudo invierno pasado, nubes deshilachadas enturbiaban el horizonte, rachas de viento hacían desapacible la mañana…
Pero el Alto de Guarramillas no tiene piedad y la ascensión se hace penosa por momentos, sudamos como caballos agotados, resoplamos, ahora con motivo, paso a paso, rampa a rampa, piedras y más piedras, cemento al fin hasta la Bola del Mundo que dejamos a la derecha, con las antenas anticuadas, semejantes a cómic futuristas de los años cincuenta.
La expedición se detiene para reagruparse y coger fuerzas, delante el Cerro de Valdemartín, el camino serpentea a lo lejos y no parece un cerro si no una mole granítica empinada a la que hay que enfrentarse y derrotar. Arrecia el viento, parece que nos traspasa, el fría se deja sentir, sacamos sudaderas, chaquetones y chubasqueros, el mío, prestado.
Bajamos al collado y por la zona en que los mapas sitúan el nacimiento de uno de los arroyos que forman lo que después será el Manzanares, aparecen las primeras cabras monteses, un grupo de unas treinta o cuarenta. Al regatillo en cuestión lo llaman en los mapas topográficos el Arroyo de los Cuernos, no sé porqué será.
Después de admirar y fotografiar las cabras comenzamos a subir el cerro, más bien montaña de Valdemartín. Los expedicionarios se disponen en fila india y acometen la ascensión con paciencia y buen ánimo. Llegamos arriba y descansamos. Atrás, hacia el sur oeste, al fondo del horizonte, la silueta de Abantos, a sus pies se distingue El Escorial, y aquí, cerca, en la misma dirección, se ve La Maliciosa, tótem de Guadarrama. Antes y bajo Guarramillas, el Ventisquero de la Condesa, fabrica de hielo natural de la que se abastecía Madrid antes del hielo industrial, nevero conocido como la principal y más alta fuente del Manzanares. Arriba, las antenas cohetes, “más feas que un dolor”. A la derecha, la cuerda de Los Siete Picos y detrás El Montón de Trigo y las demás cumbres que conforman la Cuerda de la Mujer Muerta, misteriosa silueta no apreciable desde aquí. Finalmente si miras al norte ves el alto Lozoya, con la estación de Cotos y, sobre ella, el majestuoso e himaláyico macizo de Peña Lara con abundantes restos de nieve. Hacia el sur, en la neblina de la mañana se despereza el gigante urbano con sus dedos negros colosales alzados al cielo.
Aquí hemos subido para mirar y disfrutar, nuestra marcha es hedonista y de respeto, nuestros hitos son pequeñas piedras que nos marcan el camino, no son hombres congelados como en el Everest, muertos petrificados que guían a los vivos en una quimera más que discutible.
Si te das la vuelta en la cima de Valdemartín y miras al este te enfrentas a las Cabezas de Hierro, amenazadores cíclopes de piedra con los que hay que luchar a brazo partido y pierna entera.
Sin más demora y agrupadas de nuevo las huestes nos disponemos para el combate contra el primer coloso. Pedrera, pedrera escalera, gradas irregulares, plataformas, rocas hasta en la sopa, paso a paso, caminante, hasta la cumbre desnuda donde le pisamos la cabeza al gigante. ¿Nos siente? ¡Qué se atreva a temblar! Las maravillas que ves no son maravillas porque las veas, son maravillas porque se dejan ver.
¡A por la otra cabeza! Rodeamos por neveros que se derriten y abordamos a la Mayor por la espalda. Indescriptible ascenso y ya arriba nos disponemos para la ceremonia. Hoy es el Día de las Montañas: desplegamos pancartas, hacemos fotos, reivindicamos protección y cuidado para la naturaleza anonadada por el humano depredador. Estamos en lo más alto del recorrido, no se menosprecia la belleza que se nos regala por los cuatro puntos cardinales. Y para celebrarlo sacamos la bota de vino y brindamos en su honor y en el nuestro.
Cuando consideramos suficiente el disfrute y el descanso dejamos atrás las Cabezas de Hierro y enfilamos cuerda adelante, terreno enmarañado sin senderos visibles, las Lomas del Pandasco, como lenguas de hierba sobre la Pedriza, abajo, Canto Cochino, los embalses de Santillana y el Pardo, el Yelmo y las Torres de la Pedriza. Fuera de la montaña, Soto del Real, con la muy visible cárcel, Colmenar Viejo y Tres Cantos, los acueductos del AVE y el solitario Pico de San Pedro…
¿Qué hora es? Aunque la Incolora devora, es tarde y vamos retrasados. Muchas paradas, senderistas remolones, hay que hacer fotos, risas, etc, etc. Hasta que en una de las lomas del Pandasco se decide parar para comer. Y en una de las lenguas de hierba sobre la alta Pedriza nos sentamos. Todo el paisaje para nosotros, agua, buen vino y delicatessen merecidas, conversaciones animadas, chistes y prácticas de honda.
La Cuerda Larga no es la Gran Vía pero hoy se le parece bastante.
¿Y las cabras? El primer rebaño lo vimos en el collado de Valdemartín, luego nos hemos topado con otros tres más y con muchos ejemplares sueltos, no huyen aunque tampoco permiten que te acerques demasiado. Se las ve sanas y bien alimentadas, adultas y crías, amontonadas en lo más alto de las cumbres, me cuentan que bajan a los prados de la Pedriza y que incluso les siembran forraje. Alguien comenta que hay sobre población, es posible, pero seguro que hoy había en Cuerda Larga más gente que cabras.
Tras el repostaje reanudamos la marcha, loma tras loma hasta Asómate de Hoyos, lugar que, en principio, no parece nada del otro mundo, pero nuestro guía y timonel nos saca del error: Asómate de Hoyos es el último punto desde el que se tiene una perspectiva total sobre el recorrido que hemos realizado. Y ya se sabe: hay que mirar atrás, en la vida y en la montaña, hay que ver lo que hemos hecho, en la montaña, para, humildemente, admirarla, en la vida, para meditar y aprender. Y efectivamente, Asómate de hoyos (por eso se llama así) es un sitio especial desde el que se divisa una panorámica de ensueño que ya no volveremos a tener en el resto del camino (Tendremos otras, quizás no tan amplias pero igualmente bonitas).
Hagamos caso a las montañas, el espectáculo es gratis.
Pero somos máquinas programadas para comernos Cuerda Larga, si alzas la vista del camino ves las dos cimas finales: Bailanderos como una joroba de piedras y la Najarra, el gigante final que espera con su boca de colmillos afilados, la quebrada o el cortado, el acantilado del Diablo.
Enfilamos hacia Bailanderos y al llegar a la base de la colina ¿bailamos? ¡Qué remedio! De piedra en piedra, saltos y saltitos, a derecha e izquierda, adelante y atrás, un dos tres, arriba, cuatro, cinco y seis, suelto y agarrado, vals y rock, cuidado que te puedes caer… Finalmente trepamos hasta lo alto, los senderistas convertidos en bailarines, incluso alguien hizo break dance (Perdón, creo que lo pasó mal)
Luego descanso en la cima que hacia el este no es escarpada si no mas bien llana y agradable. Desde aquí se ve ya el puerto de la Morcuera, final de trayecto, y detrás el embrujado pico de Mondalindo, de la misma cuerda que termina en los farallones de la Cabrera y su Pico de la Miel, visibles en la distancia. Hacia el norte, la cuerda de Peña Lara que continua con el Pico del Nevero y más allá, Somosierra, el Pico de las Tres Provincias y la Pinilla, y al fondo ya en el horizonte lejano,
El Pico del Lobo y frente a él, el desafiante Ocejón. La tarde se ha despejado y el paisaje se nos muestra en toda su belleza.
Repuestas las fuerzas, acometemos el último tramo. ¿Vamos retrasados o somos cobardes? En el collado de la Najarra tomamos el camino que lleva al Puerto de la Morcuera dejando al gigante con dos palmos de narices (¿O somos nosotros los que nos quedamos con dichos palmos?)
Una bajada breve y llegamos a la civilización tras la travesía del desierto. Aquí nos esperan los escindidos, entre admirados y compasivos, nuestro estado no es tan malo como pudo suponerse al principio de la Larga Marcha.
Yo mismo, que ya hice este recorrido en otra ocasión, me encuentro mucho mejor que entonces. Tengo un horrible recuerdo de aquel senderismo, bien es cierto que no disponíamos de autobús en el puerto y tuvimos que bajar andando hasta Miraflores y por eso mismo casi no paramos nada. Caminábamos como zombis por las calles del pueblo en busca de una terraza de bar para sentarnos por fin y no beber si no abrevar cerveza, maldiciendo y jurando que nunca, nunca, ¡jamás! volvería a hacer Cuerda Larga. Pero la carne es fuerte y me repuse física y mentalmente. Y cuando La Incolora propuso esta excursión lo pensé, es un desafío, hay autobús, se descansa en cada cima y estoy mejor preparado. Y era cierto. La entropía no es definitiva, el reciclaje existe, en la Tierra y en el Universo Infinito.
Hemos hecho Cuerda Larga, frío, viento y sol, ocho horas, mil metros de desnivel, polvo sudor y hierro (el de las Cabezas), agua, pan y vino, miramos atrás sin ira, somos pequeños pero nos hemos paseado por los cuerpos de piedra de los gigantes de Guadarrama. Diploma para todos/as.
Salud y Saludos.
Alba dice
Estupenda crónica. ¡Envidia y ganas de haber estado!. Todo bellísimo-
Alfonso dice
Los “flojos y cojos ” hemos pasado a denominarnos FLOJILLOS.COM ,y tambien tenemos cronica y fotos.
Redactor dice
A petición del Grupo Flojillos.com publicamos la otra crónica de esa otra excursión.
Crónica de los FLOJILLOS.
A una excursión de La Incolora fuimos convocados aduciendo grandes cumbres coronar ,dignas casi de la Edurne Pasaban.
Con atrevimiento y soltura hubo quien sin premura se puso a cavilar.Como hacer para poder pasar el día con todos sin tener que resollar?,pues hacemos un cachito menos y les esperamos en la Morcuera sin mas.
Esta idea sin igual se le ocurrió a Olga la cuñada del Sherpa de los Edurne Pasaban, coño buena idea no esta mal tener una alternativa y así somos mas.
Con este animo juntamos a personas,que sin ser cojos ni tullidos ni flojos ni na. les unía el animo de andar, no como rudos alpinos sino como unos senderistas nada mas.
En el viaje se me otorgo la tarea de ser el guiá del grupo alternativo (Alfonso con LOS FLOJILLOS), lo que por mi parte fue aceptado con mucho agrado y temor, tenia que ejercer de responsable de tan preciado bien.
Después de llegar a la salida en el Puerto de Navacerrada despedimos a los discípulos de Juanito , Walter Bonatti, Kurt Diembelg (todos ellos grandes escaladores), deseandoles lo mejor y por supuesto contentos de verlos partir tan lozanos y enteros.
Nos pusimos nosotr@s a contar y eramos catorce,no esta nada mal, después de subir, en autocar, al puerto de la morcuera montamos la expedición y sin prisa pero sin pausa comenzamos a caminar,despacio y con paso firme para no alcanzar al grupo que partió de Navacerrada, no lo podrían soportar.
Cogimos el sendero que discurre en dirección noroeste pasando la baliza del camino a la Najarra, descansando cuando lo necesitaba cualquiera de nosotros reconociendo los paisajes la Maliciosa , Peñalara, el Yelmo, desde el Collado de la Najarra.
Subimos con este planteamiento hasta el Pico de los Bailanderos (2135mts.), una vez allí descubrimos que las vistas eran impresionantes hasta el macizo de Ayllón se veía con claridad.
Como había hambre y se había pasado el mediodía nos pusimos a comer con alegría las viandas, hablamos de dietas de los amigos de la situación política y nos apretamos un litro del Mahou bien , pero bien fría.
Con este sufrimiento de día nos pegamos una “recostá”, que para el que no lo sepa es una siesta mal medida y partimos al descenso cargados de alegría.
Llegando a la Morcuera recibimos la llamada del gran Guía,quería saber cuanto por padecer tenían todavía, animándoles e indicándole como era el descenso, nos fuimos al refugio para ver si tenían alguna cosa para beber que estuviese fría y nuestro gozo en un pozo no podríamos ofrecer a nuestros compañeros ni siquiera agua.
Así de esta guisa, nos sentamos en el Parking para ver si venían, cuando llegaron les aplaudimos, reconociendo su hazaña nos montamos todos en el autocar y a Villaverde de cañas.
Proverbio chino o eso creo:
Las grandes cumbres se suben con las piernas pero se guardan en el corazón.