Sierra de Gredos, subida al Torozo desde lo alto del puerto del Pico, 3 de Octubre de 2009
Una crónica me manda hacer la Incolora, y en mi vida me he visto en tal aprieto, treinta líneas dicen que es una crónica, burla burlando, van las 3 delante.
Teníamos la cita a las 8:30 para iniciar el viaje y si bien esta vez no exigían etiqueta, sí pedían puntualidad, pues el viaje iba a ser largo hasta Gredos. Empezamos la marcha con pocos minutos de retraso, a las 8 y media y pico, y la primera parte de la subida (desde Madrid hasta Villaviciosa de Odón) no fue excesivamente cansada, de hecho la hicimos sentados. En Villaviciosa de Odón paramos a recoger a un grupo de rezagados que querían llegar más descansados que nosotros, al ahorrarse el primer trecho. La segunda parte del trayecto fue más descansada aún (muchos incluso dormimos), pero al llegar al Puerto del Pico hay que reconocer que ya nos dolía un poco el culete.
La llegada al valle de Arenas de San Pedro fue un poco acongojante, ya que pudimos ver los efectos del incendio de este verano la ladera de la izquierda estaba toda marrón, con excepción de unos ligeros brotes verdes. Durante el camino nos cruzamos en varias ocasiones con la calzada romana, que estaba en perfecto estado.
Llegados a lo alto del puerto iniciamos la subida a pie, según la tradición tomándonos un café. En esta ocasión no todo fue conservadurismo y algunos también probamos alguna de las delicias reposteras del lugar: tarta de manzana con almendras (mmmmmm) y rollito de manzana. Nos retrasamos más de la cuenta, ya que había muchos clientes para tan poca camarera (una), pero finalmente a las 12 y algo iniciamos la subida.
La subida inicial fue un poco fuerte, y muchos empezábamos a pensar, y a decir, que, al fin y al cabo, no se estaba tan mal en el bar tomando tarta de manzana, y a la media hora de iniciar la subida Luis y Susana se decidieron a hacerlo así.
Llegamos a la fuente de las belesas, fuente que todos creímos dedicada a nuestra persona manque no nos hubiéramos hecho las ingles brasileñas, a la hora de empezar la subida. La fresca agua pese a ser incolora, inodora e insípida, nos supo deliciosa y rellenamos nuestras botellas, tirando previamente la del Canal de Isabel II con la que habíamos venido.
Sobre las dos llegamos a un redil que tenía otra fuente, pero ésta, de más difícil acceso. Dado que nos aproximábamos a la hora de comer, la comitiva debatió si empezábamos a comer ahí, y subíamos con la panza llena, o esperábamos hasta subir al Torozo. Finalmente se decidió dormir y no andar después de comer, por lo que nos pusimos en marcha para alcanzar la cumbre del Torozo.
Íbamos notando el cambio de vegetación, de más bien poca, a ninguna, y la llegada al pico fue sobrecogedora. Al sur de la cuerda por la que subíamos, podíamos ver la meseta sur y el profundo valle. Al norte la meseta idem, con la adustez abulense y por delante de nosotros unas formaciones rocosas espectaculares salpicadas de líquenes verdes, como si tuvieran la varicela de las rocas (que por qué no va a ser verde). Yo pensaba que el pico se llamaba el Toronto e iba a hacer la broma de que al llegar a la cima vimos el Torontontero, pero antes de escribir la crónica me he documentado y me he enterado de su verdadero nombre, por lo que la broma quedaría fuera de lugar.
Alcanzado el pico del Torozo escribimos algún comentario en el cuaderno que ahí se guardaba (antes y/o después de comer, a gusto del consumidor), comimos, bebimos y, mientras algunos dormíamos la siesta, otros se animaron a tirarse haciendo rapel (no confundir con el adivino, que se escribiría con mayúsculas). Julierpa se hizo unas vistosas heridas al rozarse con la roca en el descenso, motivo por el cual dijo Nando que “había quedado marcado por el Torozo”.
Tras hacernos unas fotos en la cima todos juntos, empezamos el descenso por la vertiente oeste, que fue bastante directo y un poco escarpado, pero como era cuesta abajo no sufrimos más que en las rodillas. Ya en el bar nos tomamos las cañas de rigor, nos terminamos la deliciosa tarta de manzana y almendras, algunos tomaron torreznitos y nos metimos en el bus camino a Madrid.