Al traspasar el cartel que anuncia la llegada al polígono industrial de Villaverde, lo primero que encuentra el conductor es un inmenso mar de papeles. Son los pañuelos usados que prostitutas y clientes han dejado amontonados junto a la valla de un descampado.
Estamos en la Colonia Marconi, uno de los mayores centros de explotación de mujeres a cielo abierto. Según el conteo de asociaciones de vecinos y empresarios de la zona, unas 300 chicas acuden de media al polígono. Según ese dato y el dinero que suelen ganar, los cálculos hablan de unos 50 millones de euros al año en compraventa de sexo. El lugar es tan grande como el distrito de Centro, a 20 minutos en metro de allí.
“Veinte euros el completo y 10 la felación”, dice Ana, una mujer rumana de apenas 20 años en una esquina del polígono, a 300 metros de la boca de metro de Villaverde Alto. A diferencia de sus tres compañeras, en cueros, esta joven lleva unos vaqueros ajustados y una camiseta rosa. Es morena, de mediana altura y pelo liso. Rehúye mirar directamente a los ojos. “¿Traes coche?”, interroga al cliente. Ante la negativa de este, Ana ofrece ir a una nave del polígono.
Las chicas que flanquean a Ana solo ven el pasar de los turismos, en su mayoría vehículos de clientes. El número de mujeres que ejercen la prostitución en plena calle en ese momento ronda la centena. Es agosto y, como cualquier otra actividad, la prostitución funciona a medio gas ante la menor demanda. Son menos clientes, menos chicas y menos proxenetas que cualquier otro mes, cuando el número de prostitutas se duplica, según los vecinos. Los fines de semana, el número también aumenta. Las empresas del polígono echan el cierre y las mujeres permanecen las 24 horas.
Fuente: El País, noticia completa >>
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