CRÓNICAS INCOLORAS. PANTANO DEL BURGUILLO/VALLE DE IRUELAS
(16-OCTUBRE-2010): UN PAÍS EN LA MOCHILA, MUCHAS MOCHILAS EN EL PAÍS
Como queriendo homenajear a José A. Labordeta, algo más de 50 mochilas se dan cita en Villaverde Alto a eso de las 8’30 de la mañana. Se han buscado para que las saquen al campo a unos variopintos porteadores que aparecen con diferentes expresiones en sus rostros: sueño, alegría, cierto agobio “por la hora que se me ha hecho, lo siento pero el metro…” y otras. Eso sí, dado que la principal “retrasadora oficial” será recogida en Villaviciosa, esta vez el horario de salida se cumple más o menos. Han aparecido varias nuevas mochilas con sus respectivos porteadores, de diferentes tamaños y procedencias. Algunas cuchichean ya sobre cierto “bautizo pataliébrico” al que serán sometidas.
El programa de actos está señalado como una “marcheta” de dificultad baja, quizá porque en el fondo, en el interés de la mochila que porta Julierpa, está la idea de que cuantas más mochilas haya, más lotería podrá vender (tranquis, que este año toca seguro).
Las mochilas ocupan sus localidades en la parte noble del autocar, mientras sus porteadores ocupan sus lugares en la parte alta, prestos a que se dé la orden de cargarlas de nuevo para llevarlas a su destino. Tras recoger las mochilas de Villaviciosa, los porteadores son sorprendidos con un vídeo en el que se recogen andanzas pasadas de la Incolora. La psicología de la mochila de Nando ofrece un maravilloso espectáculo de paisajes y personajes, como queriendo alentar a los porteadores para que no decaigan en el “esfuerzo” de llevarlas al monte de vez en cuando.
Tras la parada de rigor para el café (supongo que por el elevado número de funcionarios porteadores y sus costumbres adquiridas) se llega al punto de partida. Son las 11’21 a.m., estamos a 8 grados de temperatura, y la altitud del punto de partida son 732 m. Al preguntarle al GPS por la humedad relativa del aire, éste se bloquea, quizá harto de responder a cosas tan poco importantes.
Las mochilas atraviesan el Alberche para alcanzar la orilla derecha del pantano del Burguillo. Mientras algunos porteadores ponen paso de legionario (quizá rememorando actos cercanos), otros se entretienen haciendo algunas fotos, comenzando a intuirse desde el primer momento algo que marcará la salida: la disgregación del grupo en dos pelotones. Bordeando el pantano a través de una senda, los porteadores van recogiendo setas y depredando uvas, para no perder las buenas costumbres, además de admirar pinos, robles, fresnos… De camino, en la suave marcha, se pasa por el pueblo de La Rinconada, donde los porteadores hacen un alto en el camino para refrescarse con unas cervezas en el bar Vito, del que se acaba con las existencias del preciado zumo de cereal.
Se sale del pueblo por el GR-10, dirección Cebreros, para buscar un lugar apropiado para que las mochilas saquen de sus interiores las comidas preparadas. Permiten que parte de ellas sean degustadas por los porteadores, que, como siempre, comparten manjares diversos, algunos más elaborados y otros un poco menos. A la hora del postre algunos son marginados, pero no es una cuestión demasiado importante como para relatarla aquí.
Se vuelve a la ruta, mostrándose desde el principio que una parte de las mochilas manifiestan una extraña tendencia a quedarse rezagadas, lo que culminará con la fractura del grupo poco antes de la llegada al área recreativa, donde se descubre que falta un grupo de 6 mochilas. Los testigos presenciales tienen opiniones contradictorias: para unos se han perdido; otros afirman sin embargo que simplemente se han retrasado; otros hablan de “intento de generar incertidumbres”, si bien el cronista ignora qué significa eso exactamente.
La ruta llega a su fin, tras pasar por delante de las casas de los antiguos trabajadores, hoy reconvertidas en casas rurales, en la Casa del Parque del Valle de Iruelas, situada en la antigua fábrica y aserradero, donde hoy aparecen varios edificios que recuerdan las actividades pasadas: en el espacio expositivo aparecen las distintas actividades divididas por estaciones; en el rincón de la memoria se explica cómo se trabajaba (recogida y elaboración de la resina, los 10.000 m3 de madera extraídos en invierno, cuando no se resinaba, e incluso la existencia de la guardería forestal, donde el Asocio de Ávila cuidaba de los hijos de los trabajadores). La tala de pinos laricios, silvestres y negrales o resineros, además de castaños… y la extracción resinera fue la base de la economía de la zona, hoy reconvertida en un gran espacio de ocio, bien cuidado y gestionado.
Las mochilas vuelven a sus lugares en el autocar. La vuelta se completa en la parte alta con el bautizo de nombres pataliébricos a los recién incorporados, y las canciones y demás cosas que divierten a unos y molestan a otros, que preferirían descansar con más tranquilidad.
Para algunos porteadores queda la última etapa. Las mochilas permiten les permiten por fin liberarse de sus obligaciones, y un puñado de éstos agotan los últimos coletazos del día en La Mancheguita. Algunos estiran el día todavía un poco más, pero eso ya no debe ser contado aquí… Las mochilas vuelven a sus hoteles, prestas a salir de nuevo a la más mínima ocasión. Los mochileros cumplirán con su papel de nuevo, a buen seguro, pues nada les apetece más que llevar a cabo esa misión.
Ver y conocer nuestros campos con una mochila al hombro es un placer difícilmente igualable. Recuerdos de todas las mochilas presentes a la mochila ausente del maestro Labordeta.
enrique dice
Que bien nos lo pasamos, perfecta la organización