CRÓNICA DE LA EXCURSIÓN DESDE EL PUERTO DE CANENCIA HASTA VALDEMANCO. 25 DE MARZO DE 2006
Para festejar el inicio de la primavera, la sierra de Guadarrama nos presenta un magnífico día, permitiendo a los andarines culminar con éxito la excursión, tras dos intentos fallidos anteriores que hicieron algo de mella en la moral de la tropa. Mirando de reojo la niebla que a ratos nos acompañaba, iniciamos la marcha a las 11 de la mañana, con salida en el Puerto de Canencia, por los prados verdes encharcados por las últimas lluvias, y poniendo nuestras miradas en el primer hito del camino: el Pico Cabeza de la Braña (1.782 metros), al que llegamos sin demasiadas fatigas y contratiempos para apurar el primer descanso y avituallamiento.
La incorporación de nuevos excursionistas es una novedad que destacamos, éxito que sin duda se debe a la acertada política de marketing desarrollada. Pero quizá estas incorporaciones deberían dosificarse un poco mejor, pues el número notable de nuevos excursionistas impidió a los veteranos aplicar los tradicionales ritos de iniciación que, aunque teñidos de un inofensivo sadismo, aportan una riqueza antropológica digna de consideración.
Desde este punto, esta marcha “corta” entra en su fase decisiva, con la subida al Pico Mondalindo (1.833 metros), escuchándose algunas frases entrecortadas de algunos caminantes sobre el desnivel de la rampa que nos sube a la cumbre. Pero como casi siempre en estos casos, cuando el esfuerzo físico se refleja en las caras rojas y los rezagados comienzan a dudar de ser capaces de salir con éxito de la aventura (el cronista, como buen observador, va recogiendo frases como “quién me habrá mandado venir aquí” y “otra vez me ha engañado mi marido”) llegamos a la cumbre, cuya recompensa es una buena comida, en la que no falta la inevitable bota de Arsenio y el caldo “algo caliente” de Jose.
Tras aligerar las mochilas y echar una cabezadita, seguimos camino por la cuerda pasando por el Pico Riofrío, máxima altura de la excursión (1.838 metros), disfrutando de maravillosas vistas a las dos vertientes: a lo lejos el embalse del Atazar, un poco más cerca la Sierra de la Cabrera y a nuestros pies, el destino final del día: el pueblo de Valdemanco. Debemos señalar la preocupación de los organizadores por la mejora constante de las prestaciones en estas excursiones, aportando imaginativas novedades, entre las que destacamos la incorporación de un animador infantil, de nombre Hernando, cuya profesionalidad es digna de destacar, pues aguantó impertérrito los bolazos de nieve de la incansable muchachada (algunas más activas que otros) sin pedir baja por enfermedad ni proferir insultos graves contra los padres de las criaturas (al menos en voz alta), cual diligente superman y que todo lo aguanta.
Llegando al Pico Reajo, iniciamos el descenso, circunstancia que provoca más alegría que tristeza, aunque algo empañada por la pendiente del descenso, que hace mella en el ánimo y en el físico de algunos compañeros. Pero todo tiene un final feliz si la compañía es grata y la solidaridad, en forma de ánimos, brazos colaboradores y alguna tirita, empuja a los más justos de fuerzas hacia el cálido abrigo de un bar. En el autocar se comprueba el éxito rotundo de la excursión, que consolida la buena costumbre del “superávit económico”, feo tecnicismo para referirnos al sobrante de pelas que van a la “saca” del tesorero, quien con prístina transparencia anuncia la próxima inversión del dinero sobrante en dignas causas, abriéndose una espontánea tormenta de ideas entre el personal más inquieto (evidentemente, los de los asientos de atrás), siendo las más celebradas estas dos:
– Comprar un GPS a nuestro guía espiritual, no estando seguros aún de la buena fe de esta propuesta, que quizá esconde una fina ironía que cuestiona el sentido de la orientación de nuestro querido Julio.
– Renovación del material excursionil, especialmente en lo relativo a los planos del terreno, puesto que los existentes se remontan a la época pleistocénica, recogiendo posibles incorrecciones en la señalización que motivaron las dudas del guía sobre el camino correcto, pues no quedaban recogidos los naturales efectos de la erosión, los desplazamientos de las placas continentales y otros fenómenos geológicos que modifican la ubicación exacta de las montañas del Guadarrama.
Con la referencia de una próxima excursión a las cascadas del Purgatorio, ésta sí anunciada que será ya fácil, fácil, fácil, se acaba el día con la llegada a Villaverde, donde se cumple con el rito de las cañas en la tasca de la “Mancheguita”.