CRÓNICA SUBIDA AL PICO EL NEVERO (LOZOYA), Sábado, 7 de mayo de 2.005
El sábado, el grupo de senderistas de la asociación, volvió a preparar sus mochilas, se calzó sus veteranas botas y quedaron tempranito en la estación de Villaverde para una nueva aventura : Alcanzar la cumbre del Pico el Nevero (2.250 m.). Varias veces se había proyectado, pero las condiciones meteorológicas – una suave y blanca capa- le habían hecho desistir al jefe de la expedición que es muy prudente con su equipillo. Esta vez, y con el tiempo que irremediablemente se nos pronostica hasta octubre, no teníamos por qué preocuparnos, bueno sí, por un solo agente: el sol.
La concurrencia fue aceptable, el autocar estuvo más animado y nutrido que en la última salida de Marzo, esto da ánimos, pensando que puede ser la última de la temporada.
Salimos con la puntualidad de rigor y pronto llegamos a Lozoya, parada, café y pan mientras observábamos la cresta del Nevero justo en el espaldar del pueblo. Detrás de sus tejados y chimeneas serranas se divisaban, entrecortados, sus perfiles aún con persistentes pinceladas blancas. Después, el autocar, no sin dificultad por la estrecha y sinuosa carretera, nos acercó al Puerto de Navafría. Llenamos nuestras cantimploras con una de las mejores aguas y comenzamos la marcha entre un bosque de pinos.
Pronto perdimos la sombra perfumada del pinar y nos enfrentamos a la subida entre praderas de piornos y retamas ralas; protección solar porque el Lorenzo no concedía tregua . Pronto, a pesar de la pausada subida, alcanzamos el primer nevero que hacía brotar, de su irremediable agonía, una rápida torrentera. Los fotógrafos de la expedición tiraron de las suyas, mientras una rapaz, más águila que buitre, planeaba sobre nosotros.
A la una alcanzamos la cuenca glaciar del pico: una mullida pradera con dos lagunillas llenas de renacuajos se ofrecían a nuestra holganza; detrás el murallón de riscos pétreos de la cima. Pero, Julio, para nuestra sorpresa, dijo que la cumbre para después de comer. Comida, charloteo y siesta para algunos.
Después de las dos horas de buen rollito iniciamos la subida a la cima y en veinte o treinta minutos la alcanzamos. Aprovechando los neveros, los más intrépidos/as hicieron pinitos con la cuerda rapelando en un nevero que colgaba sobre la verticalidad del roquedo. En la cima anchas praderas con Segovia en una vertiente y todo el Valle del Lozoya con sus cinco pueblos y Peñalara al fondo, en la otra; una gran bocanada de paisaje aéreo de estremecedora belleza.
Hasta la próxima y que seamos más.