Isabel tiene 90 años. Recuerda todavía emocionada el día que le dieron las llaves del que sería el piso de su vida. Era 1957, y nacía la Colonia Experimental de Villaverde Alto de la mano de la Obra Sindical del Hogar que montó Franco. Eran apenas 45 metros cuadrados de piso, pero, claro, para ella y su marido, que venían de vivir en “una habitación”, aquello era como un palacio.
Recuerda Isabel las zonas ajardinadas de la colonia, “los niños correteando por todos lados”, los vigilantes que cuidaban del orden y de la magnífica convivencia entre los vecinos. Hace seis meses, sin embargo, a Isabel la atracaron en el portal. Le robaron un anillo, una cadena y la cartera. “Pensé que me pasaba algo, menos mal que un vecino me dio una pastilla para los nervios; fue más el susto que lo que se llevaron”, señala la anciana, que ha vivido en sus carnes el deterioro de la colonia hasta un estado “deplorable” y “lamentable”, como coinciden todos los vecinos.
Nos adentramos en la colonia con un grupo de residentes. Por el suelo se acumulan desperdicios, latas de refresco, palos de escoba y hasta algún harapo. Las humedades se comen las fachadas. Las alcantarillas están taponadas. Los contadores de muchos de los 28 bloques (480 viviendas) que conforman la urbanización están en pésimas condiciones. En algunos pisos se cuelan los olores de las fosas sépticas mal ejecutadas. Hay baches por donde los ancianos no pueden pasar -“las mujeres mayores se caen”- y varias pancartas colgadas de las fachadas exigen “justicia”.
Ver noticia completa: elmundo.es
Deja una respuesta