EXCURSIÓN A LA LAGUNA DE LOS PÁJAROS
El sábado 12 de mayo cerca de 40 intrépidos montañeros nos dirigimos desde la estación de Villata, como siempre, a acometer el ascenso a la Laguna de los Pájaros en una marcha reivindicativa bajo el lema Salvemos las Montañas. Nuestro guía nos había amenazado además con una propina voluntaria al Cerro de los Claveles.
El día amaneció perfecto, mucho sol y excelente temperatura (calor en Madrid y algo menos en Cotos) por lo que empezamos a caminar felices y ligeros en manga corta y, algunos, en pantalón corto después de la parada revitalizadora de rigor en la Venta Marcelino. No habíamos dado mas que unos cuantos pasos cuando nos encontramos la primera sorpresa: “Un Reloj Analemático” allí, en el mismo suelo. A pesar de que por todos es conocida la utilidad de estos relojes, no me resisto a repetir, por si queda algún despistado, que se trata de un reloj solar dispuesto de forma vertical con un eje menor en dirección norte-sur dividido en cuadrantes que hacen referencia a los días y meses del año (este de Cotos tiene la peculiaridad de representarlos por los signos del Zodiaco). Cuando una persona se coloca de pié en la cuadrante correspondiente su sombra se proyecta sobre las horas marcadas en círculo, si a esta proyección le sumas dos horas (por la diferencia solar en verano) y 15 minutos (por la diferencia con Greenwich) ya sabes la hora en que estás sin necesidad de acometer la laboriosa tarea de mirarte la muñeca.
Pasada la segunda indicación hacia la laguna empezamos a ver chorros, cascadas y pequeñas lagunillas que, junto a la hierba florida, formaban un paisaje de lo más bucólico y encantador fruto del deshielo de los numerosos neveros que aún quedan en Peñalara. Fue a partir de ahí cuando el grupo se dividió involuntariamente al tomar la delantera una avanzadilla de cuatro adultos y dos niños y no poder seguir a nuestro querido guía en una propuesta de “atajo” de las que todos conocemos y que se convierten, en el mejor de los casos, en media hora más de esfuerzos y penalidades que acabaron, después de hundir las botas en la nieve y trepar por las rocas, en la Laguna de los Claveles, donde nos reunimos con alegría por el reencuentro y con la ilusión de estar a punto de culminar nuestro objetivo. Media hora después llegamos a la Laguna de los Pájaros donde nos hicimos la foto de rigor, esta vez con carteles reivindicativos, amablemente auxiliados por un montañero voluntario que se prestó a inmortalizar tan extraordinario momento.
A las tres de la tarde, bien comidos y bien bebidos gracias a la bota de vino de un compañero, los doce más temerarios decidieron que no se conformaban con tan breve hazaña y se lanzaron a la aventura de subir al Cerro de los Claveles para, desde allí y por la cumbre, llegar al Pico Peñalara (2430 m).
Crónica del grupo pionero
Del grupo saltaron unos pocos valientes dispuestos a llevarse el premio de coronar la cumbre de Peñalara. La dificultad era mayor porque primero tendrían que superar el risco de Los Claveles y, aunque ellos no lo sabían en el momento de decidirse, iban a tener que luchar contra los elementos en forma de viento, lluvia y nieve. Sin equipo, sin indumentaria adecuada y con el único bagaje de su temeridad se lanzaron a la conquista. Atrás quedaban los familiares y amigos en plácida espera ignorantes de la aventura que iniciaban. Al poco de iniciar la marcha pudieron comprobar que la tarea sería ardua. Sólo la motivación extra de aquel día les animaba a perseverar conscientes de que la montaña más hermosa de al Comunidad de Madrid merecía quedar reflejada en la jornada reivindicativa.
Primero llego la nieve, luego el viento y al asomarse a Segovia pudieron comprobar la cercanía de la tormenta que les iba a empapar.
El panorama era impresionante pero las condiciones no invitaban a entretenerse. Había que continuar y lo más rápidamente posible por lo que Julio no dejaba de arengar.
El paso por Los Claveles fue emocionante. Azotados por el viento y la lluvia, pisando nieve, nos conjuramos para continuar unidos dispuestos siempre a ayudarnos.
En Peñalara cumplimos con nuestra misión, dejando testimonio gráfico de la hazaña. La cumbre quedó inmortalizada y en nuestros anhelos protegida para siempre por el juramento de caballeros montañeros. “Ni un paso atrás ante la especulación”
Quedaba la vuelta en busca de nuestros amigos, con la satisfacción del deber cumplido.
Tras la hazaña, ya sabéis, nuestro líder ante el panorama de una vuelta tranquila y por lo tanto aburrida, escogió el camino más “cabrito”. Y digo cabrito porque algunos tuvimos que bajar a cuatro patas hermanándonos con cuantas piedras nos salían al paso. O eso o la amenaza de rapelar, o de fabricarnos algún tipo de parapente.
No bien les hubimos despedido y nos prometíamos una feliz siesta, llegó una nube traidora que empezó a descargar sobre nosotros acompañada de una brutal bajada de temperatura que consiguió que pusiéramos pies en polvorosa y realizáramos la bajada en un tiempo récord que no recuerdan ni en el Real Club Alpino, ¡menos mal que solo duró unos veinte minutos y las cosas no pasaron a mayores! por lo que únicamente nos quedó la preocupación por los aguerridos colegas que andaban triscando por las cumbres. Finalmente a las cinco y media de la tarde, tal y como habíamos quedado, aparecieron sanos y salvos disimulando el cansancio y el esfuerzo realizado y acabamos todos reponiendo fuerzas (entiéndase tomando una cerveza) en el susodicho Marcelino antes de volver al autobús y a Villaverde.
En resumen: un día magnífico, repleto de emociones y cambios climáticos, y varios socios más para nuestra Asociación. ¿Qué más se puede pedir?