Ya lo dijo Galtung en su día, en relación a la violencia machista: “La paridad entre los géneros no debería alcanzarse criando a las niñas como a los niños, ni criando a ambos en posiciones más o menos intermedias, sino más bien criando a los niños como a las niñas y haciendo a los padres más parecidos a las madres”.
Johan Galrtung (Oslo, 1930) es un politólogo noruego pionero y líder indiscutible de la investigación para la paz y la resolución de conflictos sociales. En la cita anterior, cuando se refiere a las niñas y a las mujeres, se refiere también a “incrementar el nivel de empatía de los hombres mediante pautas de socialización similares a las de las mujeres”. Es decir: más permisividad a la hora de que los hombres expresen sus emociones. Algo parecido propone la periodista mexicana Lydia Cacho como estrategia activa para la lucha contra las redes de tratas de personas y comercio sexual: educarnos en el amor, la sensualidad, la sexualidad, el respeto y la responsabilidad individual.
Tras recibir el I Premio Internacional de Periodismo Manu Leguineche el pasado doce de noviembre en Sigüenza (Guadalajara), Cacho continúa presentando su último libro Esclavas del poder. Un viaje al corazón de la trata sexual de mujeres y niñas en el mundo. La obra documenta un arduo y extenso trabajo de investigación -cino años, cinco continentes- con el que se ha introducido en los entresijos de una de las mafias más lucrativas de nuestros días que mueve el 85 por ciento del comercio de seres humanos en el mundo: las redes de contrabando y explotación sexual.
Sin desmoronarse, a pesar de las “muchas veces” que lloró escribiendo el libro, Lydia Cacho apela sobre todo a la ética y a la responsabilidad de la sociedad civil. “Tener privilegios es tener responsabilidad”, dice alto y claro. Por ello llama a condenar las prácticas de explotación sexual explícitamente y ante quienes las utilizan. Además, Cacho centra su reivindicación en dos cuestiones principales: el boicot a los medios de comunicación que se lucran de la publicidad de los anuncios de contactos -”Es en la economía donde hay que poner la voluntad”- y el rechazo a la legalización de la prostitución. “Los Derechos Humanos de las niñas y las mujeres no son negociables”. Es más, invita a todos los que apoyan la legalización de la prostitución a que la practiquen ellos mismos.
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