Madrid lleva años superando ampliamente los límites de contaminación que marca la Unión Europea. Especialmente en el caso del dióxido de nitrógeno (NO2), un gas tóxico que irrita las vías respiratorias y que procede básicamente del humo de los tubos de escape. La capital registró en 2005 y 2006 una media anual de 61 microgramos por metro cúbico, que posteriormente fue descendiendo hasta los 54 de 2009. Buena noticia, de no ser porque el límite fijado por la directiva europea de calidad del aire estaba en 42 microgramos por metro cúbico. Ese límite era entonces orientativo, pero en 2010 pasó a ser obligatorio y se redujo en dos puntos, hasta 40.
Sorprendentemente, sin tomar medidas de envergadura -otras ciudades europeas han restringido el tráfico en los días de mayor contaminación, han creado zonas de bajas emisiones, han reducido la velocidad de entrada al centro o han impuesto peajes disuasorios- el Ayuntamiento de Madrid ha reducido en 2010 su concentración de NO2. Al menos, según los últimos datos disponibles, de enero a septiembre. En ese periodo, la concentración media fue de exactamente los 40 microgramos que pide Europa.
La explicación a esa súbita mejora de la calidad del aire en la capital tiene mucho que ver con el cambio de la red de estaciones que miden la contaminación. En enero, el Ayuntamiento eliminó algunas estaciones, cambió de sitio otras y añadió alguna más. Casualmente, o no, las que suprimió eran las situadas en las zonas con más contaminación. La de la glorieta del Doctor Marañón, en plena Castellana, fue una de las liquidadas. En 2009 registró, de media, 82 microgramos. Luca de Tena, plaza de Salamanca, Isaac Peral, Paseo de Extremadura, Villaverde Alto, etc Todas superaron los 60 microgramos. Pero ya no miden nada.
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