CRÓNICA EXCURSIÓN A NAVACERRADA
Un sábado más arrancamos de Villaverde en el sitio de siempre y más o menos a la hora de siempre, ya que para no perder la tradición alguien llegó tarde. Gracias a Charo que desoyendo voces se mantuvo firme con arrojo y valor retuvo la presurosa marcha del autocar, para no dejar en tierra al que suscribe y a un nuevo fichaje.
El día se presentaba soleado, pero al llegar al atestado parking de Navacerrada la situación se presentó muy diferente y todos nos pertrechamos al completo para acabar tomando algo en venta Arias ….y chica, que precios.
A la salida comenzó un verdadero desfile de modelos de” gaiters”, vamos, lo que yo he conocido toda la vida como polainas. Sin llegar a decir nombres contamos con modas propias del SELUR en incluso de vigilante de estacionamiento regulado del ayuntamiento. Aunque lo realmente mejor en cuanto diseño y empleo de nuevos materiales lo puso el diseñador de moda deportiva Ramón, que clausuró el certamen con una arriesgada e innovadora propuesta.
Tras dejar una multicolor multitud esquiadora con la que recorrimos los primeros y asfaltados metros de la excursión llegamos al camino de Smidt, ante nosotros se presentaba un magnífico bosque de pinos completamente nevado hasta la altura de la rodilla. La cabeza del pelotón “incoloro” fue abriendo camino por el ya hollado camino lo que facilitaba el avance por el nevado sendero. Este supuso el bautizo níveo de muchos de los integrantes. Conforme fuimos avanzando la temperatura se hizo más agradable y la excursión más llevadera de lo que auguraba la explanada del puerto.
Uno de los momentos más emocionantes y arriesgados de la travesía fue el atravesar una ancha y nevada pendiente de alto porcentaje que se hundía en los abismos; haber dado un paso en falso o un traspiés hubiera sido una risa. Julio como peón caminero de los de antaño preparó el camino con su piolet.
Avanzamos plácidamente, aunque alguno de los personajes menudos despotricase al principio, dejándonos embargar por la belleza de cada rincón: altos y erguidos troncos de pinos de Valsaín, acículas nevadas, entrecortados e incipientes rayos de sol bañaban el manto de nieve…Amenizamos la marcha con alguna que otra parada hasta llegar a la fuente de la Fuenfría, momento que se aprovechó para llenar cantimploras, hacer fotos de grupo y compartir viandas.
He de hacer notar aquí lo preparado que iba un grupo con el que nos cruzamos ya que gracias a sus raquetas prescindían de seguir el sendero. Buen uso les podíamos haber dado todos aquellos que deseábamos hacer cima en el Montón de Trigo y que por sensatez descartamos la idea. Casi concluyendo la excursión, en la explanada de la Fuenfría recordamos la calzada romana y la carretera de la II República. Otros también aprovechamos para conocer la existencia nuevo camino jacobeo, el Matritense. Como parecía sobrar tiempo y el lugar lo desaconsejaba decidimos seguir hasta unas prometidas explanadas y posponer la hora de la comida. Llegamos a la tierra prometida tras contemplar Siete picos, pero el lugar, encharcado y azotado por los vientos, no invitaba al ágape.
Los ánimos empezaban a crisparse y como en todo grupo humano se produjo la escisión: por un lado los que ya habían tenido bastante y los que queríamos subir algo. Ese algo fue la Peña del Águila, donde se lucieron las polainas de papel celofán y cinta de embalar. No es por poner los dientes largos, pero creo que fue lo mejor de la excursión.
La ascensión se hizo pesada ya que la nieve en algún tramo cubría hasta la rodilla y el viento era frío. Las vistas eran espléndidas: La Peñota, La Mujer Muerta, Gredos… Las torres del Florentino que se columbraban en el horizonte nos hicieron sentir algo parecido a lo que debió sentir Charlton Heston al final de la película del Planeta de los simios. Para ser sincero poco más puedo recordar hasta que probé bocado ya que todas mis fuerzas las reservé para el descenso y aguantarme el hambre canina que tenía.
El cansancio y el hambre era tal que nos dimos a la pitanza sin la menor misericordia ni contemplación a protocolos una vez localizado un lugar “acogedor” y seco bajo un pino. Algún compañero ofreció un delicioso caldo casero calentito cual serrana del Arcipreste de Hita, que nos supo a gloria. Tal era la composición que ni siquiera se echó de menos la famosa y nunca del todo ponderada bota de Arsenio ni las delicatessen de Agustín.
Un poco más recompuestos levantamos el campamento en dirección a las Dehesas, lugar donde tomaríamos el bus. Al poco rato el cansancio me pudo y me dormí, así que no pudo haber concurso infantil y si algo de más calma para los excursionistas. Sirva está ultima línea para recordar a un último agregado a la excursión que se apuntó a las 8 p.m. en la Mancheguita, el ya jubilado peluquero del barrio.
El Mono Julia.