Siento la obligación de escribir sobre lo vivido ayer en Madrid. Algo difícil de creer si nos has estado presente. Emociones y angustias vividas en constante cambio. Humillación y gratificación, ilusión y decepción.
Desde hace tiempo cuando acudo a estas concentraciones suelo hacerlo sin la acreditación correspondiente, seguramente por querer estar al lado de los que realmente no puede relatar lo que ocurre viviéndolo en primera persona, aunque es posible que la razón principal sea el olvido y la no necesidad de tener que hacerlo en un estado democrático donde la libertad de expresión e información deben estar garantizadas
Ayer si la llevaba, pero volví a apostarme entre los concentrados que miraban con curiosidad la presencia de un acreditado entre ellos, sin saber su labor concreta. No sé realmente cual fue el motivo de la carga en Neptuno, alrededor de las veinte treinta, si puedo afirmar que los allí presentes mantenían/mos un comportamiento muy tranquilo, incluso festivo, a pesar de la desproporcionada presencia policial. Solo en uno de los tramo de uno de los carriles del Paseo del Prado había veintiún furgonetas de policía con todos sus efectivos vestidos como extras de Robocob, equipados con armas varias y por supuesto sin identificación alguna. Nuevamente quien debe cumplir la ley es el primero en saltársela.
La intervención fue contundente delante de la escalinata del Museo del Prado. A menos de cinco metros disparan pelotas de goma. Uno de los manifestantes se desploma. En segundos varios concentrados acuden a socorrerle. Ante los gritos de ayuda, cámaras de televisión y fotógrafos avanzan rápidamente para grabar lo ocurrido. Se pide una ambulancia, ningún policía responde a la llamada de socorro. Los propios manifestantes evacuan al herido. A la par y a pocos metros una nueva carga produce más heridos, alguno de ellos acaba en el Gregorio Marañón, de allí al Juzgado de Guardia a presentar denuncias por lesiones. En el propio hospital informan que no hay ambulancias, están todas por Neptuno.
En las inmediaciones del Congreso los móviles apenas funcionan y menos para transmitir imágenes y videos por redes sociales. Los que lo consiguen muestran escenas de intervenciones desproporcionadas. Intentamos subir por Huertas, la policía lo impide, la acreditación de trabajo no sirve para nada. El derecho a la información no lo reconocen las fuerzas de seguridad. Llegamos a la plaza Atocha, unas chicas ven la acreditación, se prestan a pasarnos videos que han grabado, piden que por favor divulguemos las imágenes. Son muy jóvenes, están nerviosas, no parecen tener miedo, muestras un sentimiento indignado que tratan de contagiar, no se pueden creer lo que ocurre. Corrigiendo este texto me entero que una amiga de Lucía, mi hija de dieciseis años, ha sido detenida y la pueden acusar de resistencia a la autoridad.
En la misma plaza la policía interviene ante cualquier grupo un poco numeroso, seas manifestante o estés esperando el bus. Van de un lado a otro cambiando constantemente de dirección, parecen desconcertados sin más orden que intervenir ante cualquier movimiento, muchos de ellos han venido de otras ciudades y no conocen la ciudad. Más tarde nos enteramos que han bajado a los andenes de la estación del Cercanías y han cargado contra los allí presentes.
Vemos imágenes donde parece que los mismos que protagonizaron los primeros incidentes, el pretexto para la intervención policial ampliamente difundidas por las televisiones del régimen, poco después se dedican a entregar detenidos a la policía, otro de los montajes que tanto gustan a nuestra delegada de gobierno. Nos informan que hay algún compañero de la prensa en el hospital, ancianos apaleados, incluso que una persona puede quedar parapléjica, el Samur parece confirmarlo posteriormente. Las imágenes recorren el mundo. Mientras la prensa internacional se hace eco de lo ocurrido, el gobierno felicita a la policía.
En mi entrada anterior mantenía que fuera cual fuera la respuesta ciudadana el 25S ya había triunfado. Ayer fue la mejor muestra de ello. Ha puesto contra la cuerda a un gobierno que solo entiende la violencia, la provocación y la manipulación para justificar sus políticas e intervenciones. Una ciudadanía interconectada en red enfrentada a la maquinaría represora del estado en estado puro. Un presidente de gobierno que aprovecha la tribuna de la Naciones Unidas para hablar de Gibraltar y no de los problemas reales del país. Un gobierno que ignora, reprime y condena a una ciudadanía que exige una democracia más real.
Ayer el Parlamento que nos representa dio muestra de una debilidad, una insensibilidad que seguramente profundizará la brecha entre gobernantes y gobernados, que no es lo mismo que representantes y ciudadanos. Hace meses alguien escribía en una parada de autobús “nos mean y dice que llueve”. Ayer volviendo al barrio leo el siguiente tuit “no llueve, es Madrid que está llorando” mientras la lluvia caía sobre nosotros. Lágrimas de tristeza, de rabia, de solidaridad, responsabilidad, ética. De sentimiento de orfandad por quien nos debería representar pero para nada huérfanos ante tanta calidad humana y compromiso comportido.
Escribiendo este texto me doy cuenta que puede que sea poco objetivo. La objetividad es imposible pero por lo menos que quede la honestidad de contar lo que vemos y vivimos.
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