Excursión a Peguerinos 8 de Marzo de 2008
-¿Qué hora es Pili? ¿Qué hacemos aquí tan temprano?
-He madrugado tanto que no sé decirte, Clara. ¿Has visto a Maribel? He quedado con ella y con Jesús en la estación y no los veo…
-Compran pan, creo.
-¿Has visto a Charo-to-la-mano? Dicen que está malilla, que no puede subir a las alturas porque tiene vértigos.
-Eso he oído. Y Julierpa tampoco está. Se lesionó en otra subida al monte.
– Pues aunque falten, si nos descuidamos no cabemos.
-¿Dónde me siento yo? Si no tengo sitio. Con Julierpa estas cosas no pasan…
-¡Aquí, entre los patalebratos del fondo te hacemos hueco!
-Dice el conductor que nasti (de plasti), cosa de seguridad y de multas…
-Delante hay un sitio, el de la guía turística, voy p’allá.
En un pispás llegamos a Robledondo (no confundir con Roblegordo, que no es lo mismo). Y los que no tienen asiento con vista panorámica se han perdido las curvas…y las carreteras estrechas del camino.Hace un día soleado, de los que regala la primavera junto al rosario de alergias y lesionados. Nos disponemos a recorrer la cuerda que nos lleve hasta la Naranjera y con vistas a las Cabezas Blancas, donde el autobús nos recogerá algo menos incoloros a causa del sol y nos devolverá a Villaverde Alto. Venimos a buscar lugares donde practicar la reflexión tan propia para esta jornada en que los poderes públicos nos sugieren que estrujemos las meninges periódicamente. Somos muchos pataliebres, pero lo que llama la atención es la multitudinaria asistencia de patalebratos.
Antes de meditar en cuesta, nos tomamos un café, para empezar de buena mañana. ¿Será este momento en el que se rompió la nombrada bota? El origen de tan extraña historia puede ser tan temprano como ahora. Jesús, el calzador de la bota, recién llegado, hace buenas migas en el café con todo el mundo. Siente sólo un leve hormigueo en el talón, no sospecha nada. Quizá una china, un calcetín mal ajustado, cualquier cosa… Noooo, no es eso, nadie estaba preparado para ver lo que realmente le ocurría al pie de Jesús. Su zapato estaba muy malherido. Debíamos evitar su fallecimiento para seguir la caminata. Rápidamente tiramos de botiquín. Y de primeros auxilios. Nando vendó el talón.
-¿Cuándo llegamos arriba? ¿Hay mucho más que andar? ¿Cuándo comemos?
-¿Quién no se ha lavado el sobaquillo que un buitre nos acecha?
-¿Por qué hay vallas por todas partes? Ese buitre, ¿cómo es de grande?
-Como dos personas juntas de envergadura, ¡mira! (foto de buitre y de dos agarrados)
La concurrencia aportó cordones para ajustar el zapato a la suela, y el buitre, desanimado y viendo que había bota para rato, se fue.
Es necesario localizar al más pardillo, a alguien sin experiencia en la vida, a un desprevenido que haga la crónica. En breve son nombradas las que suscriben: Pilarnotija (no confundir con Pilartija, que está en Roma) y Claraboya. Ahhh, desprevenidas de la vida, creen que hacerlo entre dos será más fácil cuando es todo lo contrario. Decididas a torear la crónica al alimón, toman nota mental de cuanto ocurre, para hacer el más largo y detallado de los relatos posibles. Vamos encontrando alguna que otra excusa para refrenar la marcha, y nos detenemos a ver orugas que se enroscan a la defensiva, observamos el azafrán silvestre, En todo caso no cesamos de subir, hasta llegar al vértice geodésico del Barranco de la Cabeza. A nuestra derecha, vista sobre el monasterio del Escorial, las Machotas, Valmayor y con imaginación toda la Comunidad de Madrid, un Madrid demasiado “ESPEranzado”. De hecho se intuye la capa gris que cubre su cielo.
Caminamos casi todo el tiempo junto a las verjas, muretes y alambradas que dividen el monte entre la parte que podemos pisar y la que no podemos. Al menos algunos de los portillones sólo impide el paso de las vacas, mal nos habría ido si no para llegar a nuestro destino, pues alguno que otro hubo que cruzar.
-¡Anda Pili, si Jesús trae otros zapatos! ¡Qué precavido!
– Es verdad, los trae en su caja y todo…
-¡eh!¡eh!¡eh!¡eh!¡eh!, ¡que no lleva zapatos dentro!
– ¿Y entonces? ¿Qué es lo que lleva?
-¡¡Comida!!
– ¿Cuándo comemos?
-¿Falta mucho?
Lo siguiente es bajada. Eso anima la conversación porque nos sobra más aire. Así que empezamos poco a poco a arreglar el mundo, siempre con la sabida reflexión que se supone que marca el día. Se oye un ladrido.
-¡¡¡Un corzo!!!
Una corza, dice el experto, Agustín, (no confundir con Agustínaja, que esta vez venían a pares). Los que vienen más atrás no nos creen, los de delante hemos visto a la corza saltar limpiamente las vallas que quedan todo el tiempo a nuestra derecha, y al perro frustrado que no puede hacer lo mismo conformarse de mala gana con sus vacas. A los niños les emocionan lo suficiente las vacas: hay que ser valiente para acercarse a un animal con esos cuernos.
-Pili, he visto una corza.
-¿Cuándo?¿Dónde? Yo no la he visto, estábamos buscando un cordón para atar la bota.
-Jo, bajando, no me ha dado tiempo a hacerle la foto. El experto, que ha oído un ladrido y sabía que no era de perro…
Y ya lo dice el refrán para darnos más motivo de reflexión: “nunca te acostarás sin saber una cosa más”.
– A ver, ¿no era nunca te acostarás sin una patada…?
– Veamos, ¿qué animales ladran? Perros y corzos. Ojo que en esta salida aplicamos poco el teorema del refranero, pero en este caso lo veo doloroso, todos los días…
No estaría de más tapear un poco. Es la hora del aperitivo. Del tercer o cuarto aperitivo, pero es la hora. A estas alturas vemos más la provincia de Ávila con protagonismo del embalse de la Aceña. No nos lleva más de cuatro o cinco paradas llegar a una praderita donde ponerlo en práctica. Un mínimo respiro con piscolabis para los que nos disponemos a no perdernos la vista desde el monte Abantos. Los demás parece que se quedan a comer. Jesús dice que sube. Con bota malherida y todo. (foto de bota)
-Los niños tienen sed.
-Hay una fuente en la subida a Abantos, no pasa nada, rellenamos allí.
-Oye, una fuente, ¿dónde? ¿No llegamos ya arriba? Bueno, podemos rellenar de bajada.
-Comemos arriba, ¿no? En otro de estos vértices geodésicos.
-Vértice geoqué?
– No me hagas ponerme profe que hay muchos niños, y ya les hemos dado la brasa con las orugas, el martirio de San Lorenzo, la Guerra Civil, la energía eólica, la envergadura del Buitre, el ladrido de corza… ¡Parece que estamos en clase!
Tanto subir para esto… Este es el premio. Merece la pena la sed, el madrugón, las botas rotas. Es un privilegio. Las vistas invitan a primer plato, segundo y postre de flores de papel y de chocolate con almendras.
-¡Y dulce de guayaba, Pili, y dulce de guayaba!
Despiste a la bajada y tampoco cogemos agua. Despiste de Jesús que se olvida de comer, que no se da cuenta de que todos lo estamos haciendo.
Es un pataliebre novato ejemplar. Despistado, sufrido, divertido y cantarín. Un talento. Ambas cosas tendrán que esperar a la zona de recreo de La Naranjera.
La Naranjera, desde aquí podríamos ir rectos al punto de encuentro con el bus, pero cómo sustraerse a la tentación de caminar algo más y encontrarse frente a frente con la Historia. Es buen momento para reflexionar… Hemos visto las Cabezas Blancas y ahora estamos sobre Cuelgamuros, que en su tiempo fue Cuelga-moros y que ahora es testigo de lo que no queremos repetir.
Pero el tiempo apremia. Estamos llegando al final del día y hay que poner los relojes en hora. Hemos quedado a las cinco y media con el conductor.
Bajamos a buen paso y con buena conversación. Y llegamos a Peguerinos. Hay que ponerse en la ruta de sentados. Nos recogen junto al albergue Casa de la Cueva, que al estar cerrado no nos ofrece bar. Entre canciones de excursión, entre risas, pocos se dan cuenta de que las curvas son muy cerradas y la carretera muy estrecha. De que el conductor nos lleva así, como si nada. De la puesta de sol. Tampoco de que estamos llegando a Villaverde, cada uno con una rosa roja que nos recuerda que hoy, además de la jornada de reflexión, es el Día de la Mujer. ¡¡Gracias Lily!! Unas cañas juntos, comentando las mejores jugadas y nos despedimos, hasta la próxima. ¿Para cuándo? ¿Dónde iremos? ¿A quién le tocará la tarea de relatarlo?