Bajo el lema Que se vayan ellos, la iniciativa No nos vamos, nos echan organiza una manifestación el 7 de abril de 2013 contra el paro, la precariedad y el exilio laboral.
El número de españoles residentes en el extranjero ha crecido un 5,5% desde el inicio de la crisis hacia 2008. Según el Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero (PERE), perteneciente al INE[1], en 2012, son 302.623 los jóvenes (entre 15 y 29 años) con nacionalidad española que residen en otros países, mientras que en 2009 eran 242.154. Sin embargo, estas cifras no reflejan a los emigrados que no se apuntan en los consulados, que son la mayoría en el caso de los jóvenes. Se estima que cada semana emigran varios miles de jóvenes.
El 91% del empleo destruido en los últimos 4 años es de menores de 35 años, tal y como publica la Encuesta de Población Activa (EPA). El paro juvenil se ha situado en un 55% en la última EPA, siendo el dato de paro juvenil más alto de la Unión Europea. Actualmente, 374.600 jóvenes (de hasta 29 años) con formación superior se encuentran en paro. En 2008, los jóvenes en esta misma situación eran 178.200. Pero este perfil no es el único que se repite en el extranjero, también se van jóvenes con otras cualificaciones medias y profesionales.
Ante esta situación, los jóvenes han comenzado emigrar a otros países en busca de una oportunidad laboral, para poder asegurarse un futuro que en el Estado español se hace incierto. Si bien es cierto que la media europea de paro juvenil (un 22,5%) es muy inferior a la española, encontrar trabajo no está garantizado. Y más allá de Europa, los jóvenes españoles están empezando a optar por otros destinos como Latinoamérica y Asia. Generalmente, los trabajos que realizan los jóvenes en el extranjero también se encuentran caracterizados por la precariedad, con jornadas laborales muy largas y sueldos muy bajos que no aseguran una vida digna, y menos un futuro.
Frente a quienes hablan de un exilio temporal, de la emigración como fase transitoria que permite a los jóvenes adquirir conocimientos y experiencia para volver, la realidad es bien distinta. La única alternativa al paro es la precariedad: el Gobierno opta por la flexibilidad y la temporalidad de los contratos.[4] Pero la temporalidad ya no es algo temporal y los jóvenes encadenan este tipo de contratos como norma.[5] No se trata sólo de una nula estabilidad laboral, sino de una falta de independencia que elimina del horizonte cualquier proyecto de vida estable y convierte a los jóvenes españoles en personas dependientes de sus familias.
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