María regresaba de San Cristóbal de los Ángeles, en el cercanías Renfe, y bajando por la calle Alberto Palacios se dirigió hacia el paseo del mismo nombre. Tenía que dirigirse a la plaza Ágata para coger el autobús 131 pues iba a visitar a una amiga que vivía en Orcasitas. Al pasar por delante de “La Tortuga”, el monumento con el que las autoridades decidieron adornar Villaverde Alto. Una vez se subió al autobús, sin saber por qué, comenzó a recordar una canción de su juventud “I have a dream”, del grupo ABBA. Pensó en su significado en español: Tengo un sueño. Y así, sin más, despierta pero con la mirada perdida, María comenzó a soñar…
Dos imágenes llegaron simultáneamente a su mente: la tortuga, símbolo representativo de Villaverde Alto – dado el cariño que la gente del barrio le había tomado siendo punto de encuentro de referencia – y la chimenea que, desde lejos, se podía contemplar en San Cristóbal de los Ángeles. Ella unió ambas cosas en una: la industrialización del distrito. Y es que, si uno se para a buscar simbolismos, esa escultura bien podía significar que el barrio no debe estancarse ni retroceder sino avanzar con un paso lento y seguro, como el de las tortugas. ¡Sí, eso era! El distrito de Villaverde no debía consentir que le convirtiesen, ¡a él que tanta industria tuvo!, en el “hit parade” del paro en Madrid, con todas las empresas y pequeños comercios cerrándose a toda velocidad.
En su ensoñación, de pronto, aparecía una camiseta de color verde con un slogan rotulado que decía “100% Villaverde”. Era una prenda emblemática de la asociación vecinal de su barrio. María cayó en la cuenta de que, tal vez, esa era la solución, hacer que todo el distrito de Villaverde adquiriese una marca de “denominación de origen”. Allí debían fabricarse cosas de la mejor calidad. Mientras seguía soñando con los ojos abiertos, comenzó a moldear esa idea…
Sí, la unidad de todos sería el motor que regeneraría el tejido industrial de los distintos barrios que engloban ese distrito. ¡¿Qué cómo se haría eso?! Bueno fácil no es que fuese hacer pero con ganas, buena voluntad, esfuerzo y tesón se lograría. Al fin y al cabo esa zona de la capital tenía un índice de habitantes bastante grande. Lo que había que hacer era producir productos “made in Villaverde” y consumirlos, cuanto menos, en toda la zona. Para ello, eso sí, habrían de implicarse todos, desde los vecinos a los comerciantes, pasando por las distintas asociaciones y representantes de los partidos políticos de Villaverde. Se tendrían que crear cooperativas en las que trabajarían sus habitantes Villaverde tanto si se encontraban en situación de desempleo como si optaban por cambiar de empleo y, por supuesto, se venderían en los comercios del barrio. María se imaginaba, sin ir más lejos, la parte de arriba del mercado de Villaverde Alto, prácticamente vacía en la actualidad, poblada de productos villaverdinos. Por supuesto el dinero era un problema pero en su sueño la mujer lo solucionaba de un plumazo. ¡Mejor arriesgar en algo que puede ser no ya sólo un buen negocio para uno sino un bien común para todos, que perder una parte del dinero ahorrado en un banco…! Además, con el tiempo, cuando todo “rodase” a las mil maravillas todos los villaverdinos o bien creaban su propio banco – lo cual, incluso en su sueño, veía como algo muy poco probable… por muy ilusa que fuese la criatura – u obligaban a los bancos ya existentes a darles unas considerables mejoras diciéndoles, como en Fuenteovejuna, que si no era así todo los habitantes del distrito retirarían el dinero de sus cuentas bancarias…
María, imaginaba ya la primera fábrica. Sería textil. En ella se fabricarían pantalones vaqueros (¡¿quién no los utiliza!?. Serían de la mejor calidad y no como esos que venden en esos comercios, de los pocos que proliferan a pesar de la crisis, que, a las tres lavadas están ya rotos o descoloridos. Los artículos 100% Villaverde garantizarían que uno se aburriría de utilizarlos antes de que se rompiesen…
La segunda industria: la del calzado. Y así sucesivamente: papel higiénico, servilletas, vasos de papel, etc., etc. ¿Por qué comprar a los de fuera si se podía fabricar en el barrio?
Gracias a los ingresos que se fuesen obteniendo cada vez podrían crearse nuevas fábricas ya que gran parte de los beneficios irían, precisamente, destinados a ello. Sería duro, muy duro. Los salarios no serían, quizá, tan altos como debieran pero eso sí, darían para poder vivir dignamente aunque también es verdad que habría que echar alguna que hora extra sin remuneración pero, ¡qué caray!, al final esos sacrificios repercutirían en el bienestar de todos ellos y de todo Villaverde.
El sonido de una ambulancia, al pasar, hizo que María saliese de su ensimismamiento justo a tiempo de comprobar que su parada era la próxima y, en ese “despertar”, se sonrió al pensar que años atrás los españoles también soñaron con ser campeones del mundo, en el fútbol y… ¡se había conseguido! Y aun más, retrocediendo en su memoria recordó como, cuando era pequeña, al ver en el cine aquella película de Disney que siempre fue su favorita, La Cenicienta, soñó con poder verla una y otra vez en su casa y poder tener esa muñeca para jugar. Muchos años después llegó el VHS ( y más tarde el Dvd) y las barbies princesas… Y es que, si a veces se cumplen los sueños… ¿Por qué no el de un Villaverde renaciendo a la industria…?
Rosa Mª Castrillo