Tanto en casos de guerra como cuando hacen su presencia fuerzas de pacificación de la OTAN, se produce la proliferación de burdeles en la zona. Un número cada vez más frecuentes de mujeres son puestas a disposición de los soldados, para su consumo sexual.
Los soldados en misión humanitaria intercambian comida con las mujeres refugiadas a cambio de sexo, muchas de las cuales previamente fueron violadas por los combatientes durante los conflictos.
En distintos lugares y con distintos personajes, el gobernante, el militar al mando o el soldado en misión
humanitaria participan de una concepción masculina de la sexualidad, socialmente construida y tolerada, en razón de la cual ellos tienen un derecho prevalente y superior: el de acceder al cuerpo de las mujeres en cualquier momento, lugar y circunstancia, ya sea por precio en tiempos de paz, o por
la fuerza en tiempos de guerra.
De esto precisamente hablamos quienes nos oponemos a la reglamentación de la prostitución, de no ratificar y legitimar estas prácticas masculinas que rebajan la humanidad de las mujeres.
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