Comenzamos la temporada con una de las salidas más culturales que tenemos en nuestro repertorio andarín, y que nos remontan a nuestros ancestros vettones. Nos vamos al Cerro Ulaca, a ver los restos arqueológicos que se han sacado a la luz de la misma descubriendo la ciudad celta más importante a nivel mundial.
Empezamos desde Villaviciosa con la subida hacia las murallas de la ciudad, un pequeño esfuerzo que nos compensa enseguida. Antes, hemos cogido fuerzas tomando café, que algunos acompañamos con algunas delicadezas de la zona, como costillas y oreja rebozada.
El día se nos ofrece con un tiempo espectacular, que nos permite disfrutar de las vistas sobre el valle Amblés, cada vez más impresionantes según tomamos altura.
Tenemos compañeros nuevos, y varios jóvenes que se han animado a venir a la excursión, y que se les ve disfrutando durante todo el camino. Además, tenemos a Pilar, vetona de pura cepa, que nos va informando de la cultura vettona, con lo que nos hace imbuirnos en todo lo que vemos.
En el altar de sacrificios, escavado sobre la roca, hacemos varias fotos del grupo, y una en particular de las tres niñas del grupo, en lo alto del mismo, como sacerdotisas de la época que estuvieran dirigiendo una ceremonia.
En la sauna, donde se purificaban los guerreros, nos imaginamos el ritual y el significado que les darían a este acto grupal. Se suceden los elementos arqueológicos, las plantas de diversas casas celtas, curiosas canteras con bloques graníticos cortados con técnicas sorprendentes…, hasta llegar a los restos de la muralla oeste donde damos con el Portachuelo, el paso para dejar la mágica ciudad.
Seguimos por toda la zona y bajamos por detrás del Cerro de Ulaca, una “ligera pendiente” que nos lleva a una linda pradera para descansar y comer. El menú de degustación sigue siendo exquisito. No importa que no hayamos quemado lo que nos comemos, pero lo disfrutamos. Y ni que decir, del buen vino que algunos amigos traen en botas, e incluso en botella.
Después de comer, algunos se bajan rápido al pueblo, pues parece ser que hay fútbol, y hay que compaginar todo. Otros nos tomamos más tiempo, descansamos algo, vamos comiendo moras por el camino, viendo caballos, acariciando algún potrillo, comprando dulces de la zona,…
El día acaba como siempre con una buena cerveza u otras bebidas ricas, y ya en el autocar se oyen unas jotas segovianas, que nos hacen el camino más ameno. Lily avisa a su sobrino que haga una foto de Ávila, pues hay que hacer honor a su apellido “Dávila”.
La Mancheguita, como siempre, pone el punto final a un buen día pasado en compañía de los buenos amigos, y esperando la próxima ya con impaciencia.
Adelina Font
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