En su último y recién aparecido libro,
Zygmunt Bauman dice que ya tenemos suficientes evidencias para rechazar
“la teoría del goteo”. La riqueza acumulada por las clases más ricas no
se ha “filtrado” en absoluto hacia abajo ni nos ha hecho más ricos al
resto, ni nos ha hecho sentir más seguros y optimistas respecto a
nuestro futuro y el de nuestros hijos, ni tampoco nos ha hecho más
felices. Sin embargo, debemos preguntarnos por qué, a pesar de su
evidente efecto en nuestro empobrecimiento e infelicidad, seguimos
tolerando la desigualdad. Para ello analiza algunas de las grandes
mentiras sobre las que se asienta una mentira todavía mayor (la del
título del libro):
- El crecimiento económico es la única manera de hacer frente y superar todos los desafíos y los problemas que genera la coexistencia humana.
- El crecimiento continuo del consumo es quizás la principal y mas eficaz manera de satisfacer la búsqueda humana de la felicidad
- La desigualdad entre hombres es natural, y adaptada las
oportunidades de la vida humana a esta regla nos beneficia a todos,
mientras que intentar paliar sus efectos nos perjudica a todos. - La competitividad (con sus dos caras: el reconocimiento del
que se lo merece y la exclusión/degradación del que no se lo merece)
constituye de manera simultanea una condición necesaria y suficiente de
la justicia social, así como de la reproducción del orden social.
Bauman desarrolla estas ideas en poco más
de 100 páginas bien escritas y con letra grande, que se leen con gran
facilidad, a pesar de ser un texto filosófico. Abre el libro (Capitulo
1: ¿Hasta que punto hay desigualdad hoy?) con una serie de datos
que ilustran como la riqueza generada en las ultimas décadas, se ha
concentrado cada vez más en menos manos, aumentando la distancia entre
el 1% cada vez más rico y el 99% cada vez más pobre. El mundo de la
desigualdad está creciendo y el precio de la desigualdad es crear dos
mundos, cada vez más distanciados y aislados. La población que se
encuentra en el mundo perjudicado por esta creciente desigualdad es cada
vez mayor y engloba a la llamada clase media que se degrada al nivel
del precariado. Además, como sabemos, parte de este precio es nuestra (mala) salud.
Portada del libro: Zygmunt Bauman. ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos? Paidos. Enero 2014
Los pocos que se benefician de este
sistema social y económico desregulado y ajeno al bien común, pueden
hacerlo porque los “principios de injusticia”, antes enunciados, están
firmemente asentados en nosotros (Capitulo 2: ¿Por qué toleramos la desigualdad?).
Cambiarlos no es fácil porque es ir contracorriente. La colaboración y
la solidaridad no solo son impopulares, sino que suponen una elección
difícil. La gran mayoría, aunque tenga intenciones, creencias y valores
nobles, se enfrentan a realidades de codicia y corrupción omnipresentes,
de rivalidad y egoísmo en todas las partes. Cambiar requiere algo más
que un cambio de mentalidad, requiere un cambio drástico en nuestra
manera de vivir.
Al repasar las mentiras sobre las que se asienta (Capitulo 3: Algunas grandes mentiras sobre las que se asienta la gran mentira),
Bauman nos hace preguntas como: ¿Cuánto crecimiento económico es
suficiente? ¿Qué se necesita para una buena vida? Bauman dice que los
libros y estadísticas de organizaciones como la OCDE, que siguen
apostando por el crecimiento, ocultan los datos que muestran que un
incremento de la riqueza total va de la mano de una profundización de la
desigualdad social. Lo fundamental aquí no es la producción de la
riqueza, sino su distribución[1].
Zygmunt Bauman obtuvo en 2010 el
Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. / Foto:
CRISTÓBAL MANUEL. El Pais, 18 de enero de 2014.
Por otra parte vivimos en una sociedad de
consumo en el que el camino de la felicidad pasa por el ir de compras.
Las tiendas son farmacias para cada problema real o posible de nuestra
vida. Entramos en el juego de ser más que los demás al poseer cosas y
mercancías, en el juego de la desigualdad de las posiciones sociales.
Asumir otros modelos de convivencia y relaciones sociales, no
determinados por el consumo y el egoísmo, es muy difícil para nosotros.
Bauman aboga por el resurgimiento y
redescubrimiento de los casi olvidados placeres de la convivencia, de la
solidaridad y de la cooperación en la consecución de objetivos
compartidos. Lo cual supone una revisión radical de nuestra forma de
vivir y relacionarnos. Una relación simétrica con las personas, que
suponga el reconocimiento del otro o la otra, como sujeto y no como
objeto de consumo. Y la conciencia de que la desigualdad no es algo
natural e inalterable, sino que juntos, mediante la solidaridad y la
cooperación, se puede y se debe cambiar. En resumen, Bauman dixit: ¡Sí, se puede!
[1]
Al leer esto me vino a la mente el proverbio chino que citaba el
expresidente Felipe González en los años 80 (“No importa que el gato sea
blanco o negro, lo importante es que cace ratones” ¿Os acordáis?), para
justificar su apuesta por políticas que difícilmente podían ser
denominadas como “socialistas”. También lo asocié con la metáfora de la
tarta, utilizada por él y por el ministro Solchaga: que hay que
fabricar primero la tarta , para que luego podamos repartirla. Servía
para justificar la prioridad (por encima de politicas sociales
distributivas) de la desregulación del mercado y las facilidades a la
acumulación capitalista, pues esta es una condición previa
que sería seguida de una distribución de la riqueza. La realidad nos ha
hecho ver que era importante el color del gato, porque si damos juego a
los gatos negros, no solo cazan los ratones que les da la gana, sino
que nos amenazan con dar el servicio en otra casa, si no les damos todo
lo que nos pidan y, además, acaban haciéndonos sus esclavos o
deshauciándonos de nuestro propio hogar. También que, aunque la tarta
crezca, la hora del reparto nunca llega, y no solo nos caen cada vez
menos migas de la tarta fabricada con nuestro esfuerzo, sino que nos
hemos dado cuenta que el crecimiento de esta tarta es directamente
proporcional a nuestro hambre. Y lo peor, como dice Bauman, es que estos
cuentos, como el del gato y el de la tarta, siguen colando… año tras
año, elección tras elección.
Por Javier Segura del Pozo
Médico salubrista
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