La construcción de un mundo más justo, igualitario y sostenible sólo será factible si -entre otras transformaciones sociales y culturales- las actividades económicas cambian radicalmente su orientación. Un nueva cultura y un nuevo sistema que reivindique la economía en sus diferentes facetas (producción, financiación, comercio y consumo) como medio -y no como fin- al servicio del desarrollo personal y comunitario, desde la perspectiva de un desarrollo humano, social y medioambiental sostenible y participativo.
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