Clara Campoamor nace en Madrid en 1888 en el seno de una modesta familia. La prematura muerte de su padre la obliga a tener que ponerse a trabajar para colaborar con la economia familiar, muy mermada ante la falta del cabeza de familia. Trabaja ayudando a su madre, modista de oficio, entregando los vestidos a las clientas. Posteriormente comienza a trabajar como dependienta en un pequeño comercio. Inquieta y muy motivada por su afán de superación, a los veintiún años decide presentarse a unas oposiciones de auxiliar al Cuerpo de Correos y Telágrafos. Supera la prueba y marcha a trabajar a San Sebastián.
En 1914 decide realizar las oposiciones para profesora de adultos en el Ministerio de Instrucción Publica, ganando la plaza con el número uno. Al carecer del título de Bachiller, sólo puede dar clase de taquigrafía y mecanografía. Decidida a estudiar, compagina el trabajo con el estudio, sin descuidar la aportación económica a su familia. Además de dar clase, trabaja como secretaria del director del diario maurista La Tribuna, donde conoce a personajes interesantes y donde comienza a interesarse por la política.
En 1920 con 32 años cumplidos, inicia sus estudios de Bachillerato, los cuales finaliza en dos años para comenzar seguidamente los de Derecho, licenciándose igualmente en sólo dos años de carrera. Comienza a ejercer la abogacía ese mismo año. Su ideario progresista la acerca al PSOE, y prologa un libro de María Cambrils, titulado Feminismo Socialista. La actitud colaboracionista de los socialistas con la dictadura de Primo de Rivera, le disgusta profundamente y decide crear la Asociación Liberal Socialista, que abandona rapidamente al no lograr su adscripción republicana.
Durante estos años mantuvo una gran actividad como conferenciante, sobre todo en la Asociación Femenina Universitaria,donde defendió siempre la igualdad de la mujer con el hombre.
Asume el papel de abogado defensor de los implicados en la sublevación republicana de Jaca, tras el fusilamiento de Galán y García Hernández. Entre los detenidos también figuraba su único hermano Ignacio. Fue una experiencia traumante, como ella misma reconocería: “los pobres lo pagaron más caro que los ricos”.
Proclamada La República, Clara es elegida diputada por Madrid en las listas del Partido Radical, junto con otras pocas mujeres como Victoria Kent o Margarita Nelken. Todas pudieron ser elegidas, pero sin embargo no pudieron votar.
Formó parte de la Comisión Constitucional de 21 diputados. Apoyó la no discriminación por razón de sexo, la igualdad legal de los hijos nacidos dentro o fuera del matrimonio, el divorcio y cómo no, el llamado sufragio universal o el derecho al voto femenino. Todo lo ganó Clara Campoamor menos el sufragio universal, que se llevó a debate al Parlamento.
En la izquierda, con excepción de algunos socialistas y otros pocos republicanos, no eran partidarios de que las mujeres votasen, porque se tenía la idea de que al estar más influenciadas por la iglesia votarían a la derecha. Por su parte, los diputados de la derecha, no creían en el derecho y en la igualdad de las mujeres, pero pensaban que su voto les favorecería a ellos. La elocuencia de Clara Campoamor y los votos de la derecha dieron la victoria al derecho al sufragio universal. Por fin la Constitución de la República, reconocía en su articulado:“Los ciudadanos de uno y otro sexo, mayores de 23 años, tendrán los mismos derechos electorales conforme determinen las leyes”.
Años más tarde y ante el triunfo en 1933 de la CEDA (Confederación Española de Derechos Autónomos) y después de que Lerroux formara gobierno, todo el mundo de izquierda culpó de este triunfo a Clara Campoamor. Este hecho supuso su muerte política: estaba sentenciada. Abandona el Partido Radical en 1934, después de los sucesos de Asturias y de la represión consiguiente. No fue admitida en Izquierda Republicana y no pudo entrar en las listas del Frente Popular, que ganaría las elecciones por amplia mayoria en febrero del 36 gracias al voto femenino. Nadie se acordó de Clara Campoamor ni se le pidió disculpas tanto por las actitudes mantenidas contra ella como por el oportunismo político mantenido por la izquierda.
Sorprendida por el estallido de la guerra y temerosa de la violencia desatada, viaja a Suiza, de donde partiría a un largo exilio del que jamás regresaría. Muere en 1972 en la ciudad suiza de Laussane a la edad de 84 años. Hasta el dia de su muerte manifestó su credo politico: republicano, liberal, laico y democrático.
Sus restos mortales descansan, por propia decisión, en el cementerio de Polloe de San Sebastián, lugar donde se encontraba ella en el momento en que se proclamó la República.
De su obra escrita destacan sin duda los siguientes títulos:
Mi pecado mortal: El voto femenino y yo (1936)
La revolución española vista por una republicana. (1941)
Hoy, cuando ya han pasado más de setenta años de los debates que sostuvo Clara Campoamor en el parlamento, algo ha quedado sin duda de ellos y es el derecho irrenunciable a la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Solo por ello Clara Campoamor, merece un recuerdo imborrable en la memoria de los hombres y las mujeres de bien.
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