Una especie de depresión colectiva y mediática se va apoderando de nosotros. Se nos ha contado de dónde viene el problema, y cómo el abuso y la avaricia de los poderosos ha provocado una quiebra global del sistema que ahora pagamos todos. Nos indignamos ante los reportajes que nos explican quiénes son los que han llevado a la quiebra a las grandes entidades financieras y cómo esos personajes han salido del enredo de forma no sólo impune, sino forrados de dólares o de euros hasta las orejas. Es evidente que el aumento del paro tiene que ver con eso, los “eres” tienen que ver con eso, la amenaza de pobreza sobre cada vez más personas tiene que ver eso… Pero no hay forma de pedir responsabilidades a nadie.
Y la investigación por fraude a los directivos de las empresas responsables de esta situación se enreda en “la complejidad de los productos financieros” alejando la posibilidad de llevar a sus responsables ante los tribunales.
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